No todo el catalanismo es nacionalista
Hasta los inicios de la ahora tan denostada transición que nos llevó de la dictadura al actual sistema democrático, el denominador común de la práctica totalidad de las fuerzas políticas catalanas, junto con su oposición a la dictadura y su reivindicación y defensa de la democracia, era el catalanismo. Un catalanismo plural, que abarcaba todo tipo de propuestas, desde las de un regionalismo descentralizador hasta las del independentismo, pasando por el autonomismo, el federalismo, el confederalismo, el nacionalismo, el soberanismo e incluso el independentismo defensor de una entidad política de nueva planta, no sólo de Cataluña sino también del País Valenciano, las Islas Baleares y los territorios catalanes de Francia. Únicamente en los primeros años de la renovada democracia comenzó a utilizarse el término nacionalismo como referente ideológico identificador de alguna formación política, en concreto de CDC, que llegó a plantearse incluso la posibilidad de pasar a denominarse Partit Nacionalista de Catalunya.
Como movimiento que reclama el reconocimiento de la personalidad política de Cataluña, el catalanismo tiene sus orígenes en la primera mitad del siglo XIX, con la defensa que Joaquim Rubió i Ors, Lo Gaiter del Llobregat, hizo, en 1841, de la independencia cultural y lingüística de Cataluña. Las reivindicaciones carlistas de los fueros históricos fueron una de las expresiones iniciales del catalanismo, que entre los republicanos se expresaba a través del federalismo mientras que los liberales propugnaban la descentralización de la monarquía constitucional. Víctor Balaguer reivindicaba una organización autónoma integrada por los territorios que habían formado la Corona de Aragón; Francesc Pi Margall y Valentí Almirall defendían el federalismo desde posiciones progresistas, y Francesc Romaní i Puigdengolas lo hacía desde el conservadurismo; se creaban publicaciones y todo tipo de grupos catalanistas; Narcís Roca i Farreres pedía una Diputación General de Cataluña; Joan Mañé i Flaquer publicaba El Catalanismo; se celebraba el I Congreso Catalanista... Así llegamos a 1885, con el Memorial de Greuges presentado a Alfonso XII por políticos, intelectuales e industriales catalanes; a la edición de Lo catalanisme, de Valentí Almirall, y de El regionalismo, de Joan Mañé i Flaquer, así como a la fundación de la Lliga de Catalunya como escisión conservadora de Centre Català. Emergen nuevas figuras catalanistas, como Lluís Domènech i Montaner, Enric Prat de la Riba y Josep Torras i Bages. Los dos primeros lideran las Bases per a la Constitució Regional Catalana, conocidas como Bases de Manresa. Ya entonces, sin renunciar nunca al denominador común del catalanismo, se expresaban opciones diversas, como las específicamente nacionalistas del Comitè Nacionalista Català, pero se creaban la Lliga Regionalista y la Societat Catalana Federal, Prat de la Riba publicaba La nacionalitat catalana y triunfaba la Solidaritat Catalana, que reunía desde carlistas hasta republicanos federales. Surgen nuevas figuras, tan variadas como Lluís Duran i Ventosa, Jaume Carner, Lluís Companys, Pere Coromines, Francesc Layret y Francesc Macià, que funda la Federació Democràtica Nacionalista y más tarde intenta el asalto armado por Prats de Molló. Se crean los primeros grupos inequívocamente independentistas, como el Partit Separatista Revolucionari de Catalunya, Estat Català y Palestra. Mientras Francesc Cambó escribe Per la concòrdia, Jaume Bofill i Mates publica L'altra concòrdia. Se produce la efímera proclamación de la República Catalana, en 1931, y un año después se aprueba el primer Estatuto de Autonomía de Cataluña, derogado por la fuerza de las armas tras la victoria franquista en la Guerra Civil. ¿Por qué el cata-lanismo, que sin duda fue el denominador común y el principal elemento aglutinador de la práctica totalidad de las fuerzas políticas catalanas democráticas, es menospreciado y ninguneado ahora por una parte significativa de nuestros opinadores? No es ni será nunca desde el adanismo de quien pretende ignorar el pasado o hacer como si no hubiese existido como se puede avanzar. El catalanismo es y debe seguir siendo el punto de encuentro desde el que la inmensa mayoría de la sociedad catalana avance. Sin renunciar a la diversidad de las opciones políticas, todas ellas legítimas si se producen en democracia, lo que sigue uniendo e identificando a la inmensa mayoría de quienes vivimos y trabajamos en Cataluña es el catalanismo. Sólo avanzaremos desde la fuerza que da la unidad, y la unidad sólo es posible alrededor de un denominador común.
Jordi García-Soler es periodista.
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