Bergman y el 'top manta'
En los resúmenes de fin de año se está citando a Ingmar Bergman como una de las grandes figuras de 2005. Su regreso al cine con Sarabanda ha supuesto un reencuentro con su serena sabiduría y con su pertinaz curiosidad por la vida, que le ha llevado a realizar una obra tan peculiar como fascinante. Ray Loriga recordaba en este periódico a Godard cuando hablaba del romanticismo de un cineasta capaz de hacerse preguntas y de tratar de responderlas con una cámara en las manos. Ése es Bergman, cuyo cine no está de moda, quizá nunca lo estuvo, porque él transita por caminos personales e irrepetibles. Aunque Sarabanda ya fue emitida por TCM hace un par de años, ha sido ahora, en la gran pantalla, donde el público más joven se ha quedado patidifuso ante la maestría de este genio peculiar, que desde su escondite de la isla de Faro, no deja de reflexionar sobre el ser humano en sus miserias y grandezas.
Hasta dentro de un par de meses no se editará Sarabanda en DVD, única opción que les queda a cuantos viven en ciudades adonde no suelen llegar películas así. Mientras esperan, tienen ahora la oportunidad de admirar al gran Bergman en la espléndida edición editada esta semana de Fanny & Alexander, obra maestra que obtuvo cuatro oscars en 1982 y una infinidad de premios en todo el mundo. Se trata de una copia remasterizada que contiene la versión para cine (180 minutos), la de la tele (292 minutos), y un magnífico documental. Será difícil encontrar esta joya en el top manta, negocio poco interesado en tesoros semejantes.
Al top manta le interesan más los grandes éxitos... y las películas españolas. Sí, sí, las españolas, hasta el punto de que en algunos puestecillos clandestinos se encuentran copias que los productores editaron para uso exclusivo de los miembros de la Academia de cine. Imagínense. Puede que algún avispado académico (o académica) haya facilitado a un pirata amigo el material de trabajo que recibió en su casa para votar en los premios Goya. O quizá los propios piratas han obtenido hábilmente las copias reservadas para académicos. Lo de la piratería es como un culebrón al que le nace un hijo bastardo cada dos por tres. El mundillo del cine anda con la mosca detrás de la oreja. ¿Cómo ha podido pasar eso, si ellos mismos son los primeros en protestar por los abusos piratas? ¿De qué sirve la campaña que lanza el Ministerio a bombo y platillo en defensa de los derechos de autor? Algún ingenuo comprador se ha encontrado con la sorpresa de ver en su DVD mensajes que le advierten de que "esta copia es para uso exclusivo de los miembros de la Academia". Pues va a ser que no, dijo el pirata.
Tiene bemoles la cosa. Y en Suecia, cuna de Bergman, se ha organizado un partido político, el Piratpartiet, que pretende llegar al Parlamento para luchar contra la ley de propiedad intelectual y defender la libre circulación por Internet de cualquier obra de creación. ¿Qué pensará el maestro en su refugio? ¿Le importará algo de todo esto?
Babelia
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