Una generación bajo sospecha
Además de Puerta, suspendido por ocho años, cinco tenistas argentinos han dado positivo en el último lustro
Aviso a los tenistas: cuidado con los vasos de agua. Pueden acabar con su carrera. Ya hay un ejemplo: una calurosa noche, Mariano Puerta, número 13 del mundo, se revolvió en su cama, sediento. Entonces vio que su mujer tenía sobre la mesilla un vaso de agua. Se lo bebió sin saber, según ha dicho, que contenía etilefrina, una medicina contra la hipotensión. El resultado: Puerta ha sido sancionado ocho años sin jugar, tras dar positivo en la final de Roland Garros, que perdió contra Rafa Nadal. A casi nadie le ha sorprendido: es reincidente. Y argentino. Cinco compatriotas suyos -Chela, Coria, Cañas, Martín Delgado y Hood- han sido sancionados por dopaje en los últimos cinco años. La estadística, por sonrojante, contrasta con la exitosa marcha del tenis argentino. Tres de sus jugadores están entre los diez mejores del mundo. Nalbandian, alto, rubio, demoledor en el saque, ganó el último torneo de Maestros. Y ningún otro país tuvo más tenistas presentes en el evento (cuatro). Sorpresa: dos de ellos, Puerta y Coria, se habían dopado en algún momento de su carrera.
"Todos los casos de dopaje son diferentes. Hay que juzgarlos de uno en uno", pide Nalbandian
"¡Ni siquiera tomo un zumo de naranja! Es demasiado peligroso", se queja Puerta, sancionado
"No creo que haya una conspiración contra los argentinos. Pero sí puedo decir que, en mi caso, el positivo fue un error", explica Guillermo Coria, octavo del mundo y positivo por nandrolona en 2001. "El resto de jugadores no debería pensar que mis pastillas estaban contaminadas, que contenían productos dopantes. Además, no todos los casos son iguales. ¿Cómo podemos convencer a los europeos de eso? Ya no nos van a creer. Tienen derecho a hacer preguntas. Ya no se tiene en cuenta nuestro trabajo. Lo cierto es que a los argentinos ya no nos miran de la misma manera".
Coria y el resto de sus compatriotas se sienten maltratados. Piensan que es injusto que a ellos les sancionen y que al ruso Ulirach y al británico Rusedski, que dieron positivo en 2004, se les perdone "porque los productos contaminados se los dieron sin su conocimiento". Piensan que es injusto que, desde entonces, el Código Mundial Antidopaje obligue a los deportistas a "ser responsables de toda sustancia presente en su cuerpo". Piensan que es raro que sólo haya positivos argentinos. Y protestan: "Por una vitamina de mierda contaminada sufrí mucho. Se me están burlando en la cara al absolver a Ulirach y Rusedski", dijo Coria tras perder la final de Roland Garros 2004 ante su compatriota Gaudio. "Pero lo he superado. Sé que tengo muchos huevos".
Puerta, según sus compañeros, luchó como pocos por recuperar su lugar entre los mejores del mundo tras cumplir nueve meses de sanción después de dar positivo por clembuterol, en 2003. Para otros, los que recordaban que su entrenador es Darío Lecman -levantador de peso argentino que siempre ha negado que abandonase los Juegos de Atenas y volase a Buenos Aires porque hubiera sido convocado para un control-, Puerta había vuelto demasiado rápido. Ahora, sus sospechas se han confirmado. "Las cosas con el doping están bien hechas", dijo el tenista en octubre; "pero ningún jugador está tranquilo porque los controles son muy rigurosos. Pero la ley es pareja para todos". Eso es todo. Durante los meses anteriores a su condena, Puerta decidió no comentar el tema. "No puedo hablar de eso", decía. "Ya verás lo poco que duran mis ruedas de prensa", le comentaba a su gente de confianza. No siempre ha sido así: "Estoy realmente encolerizado. Nada de eso es verdad. No he tomado nada prohibido. Tras mi primer positivo tomo muchas precauciones, ¡ni siquiera tomo un zumo de naranja! Es demasiado peligroso", se quejó al conocer su positivo.
Los tenistas argentinos forman su propia tribu en el circuito. Les une la nacionalidad. El idioma. Y el sentirse mal mirados, sospechosos. En los torneos, frecuentan los billares y las máquinas de videojuegos de la zona de descanso. Calleri y Puerta, por ejemplo, se suelen juntar para ver por televisión los partidos de la Liga argentina. Pero las apariencias engañan. El grupo está dividido.
Coria se lleva mal con casi todo el mundo, sobre todo con Gaudio. "El grupo de los tenistas argentinos", resume un periodista del país, "es un reflejo perfecto de lo que pasa en Argentina. Hay mucho talento. Pero no saben trabajar juntos". Ya hay tenistas que quieren diferenciarse de sus compatriotas. "Todos los casos de dopaje son diferentes", dice Nalbandian, el gringo, que cada año se gasta una fortuna en analizar los complementos alimentarios que consume. "Son casos individuales y hay que juzgarlos separadamente. No se puede juzgar a diez personas distintas bajo el mismo criterio", insiste, recuperando un argumento del suizo Federer, el número 1 del mundo, contrario a "demonizar" a los argentinos.
"Para que Argentina sea considerado un gran país en el tenis muchas cosas tienen que mejorar, no sólo la lucha contra el dopaje. Las instalaciones, por ejemplo", explica Nalbandian. Entonces, ¿cómo se explica el éxito de los tenistas argentinos? "Es inexplicable", dice Juan Antonio Chela, sancionado tres meses por uso de anabolizantes, en 2001. "Todo es gracias al esfuerzo propio. Quizás es una cuestión de talento, pero sobre todo de necesidá".
"Es una casualidad que haya tantos jugadores argentinos buenos al mismo tiempo", argumenta Puerta. "Excepto David y Coria, ninguno hemos tenido el apoyo de la federación. Somos un país humilde, débil económicamente en comparación con Estados Unidos o Europa. Argentina sufre". En la legión argentina todo depende de "la necesidá". Las pastillas, los suplementos con efectos diuréticos, la obsesión por no tener grasa, por ser todo músculo y carne, dicen, no tienen nada que ver en su éxito. Pero a algunos, como al sediento Puerta, ya no les quedan respuestas. Tampoco futuro.
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