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Reportaje:

¿Se puede vivir con otra cara?

Los psiquiatras creeen que la mujer a la que se trasplantó el rostro no tendrá problemas psicológicos

Si a partir de una determinada edad cada persona tiene la imagen física que se ha fabricado, como dicen algunos psicólogos, el reciente trasplante parcial de cara realizado por un equipo de cirujanos franceses bajo la dirección del doctor Jean Michel Dubernard y su colega Bernard Devauchelle plantea una importante incógnita. En puros términos médicos, la complejísima intervención quirúrgica de más de 18 horas en el hospital universitario de Amiens, en la que participaron hasta 80 facultativos, ha sido un éxito. Hasta la fecha, no han surgido problemas de rechazo. La paciente se muestra satisfecha con el resultado. Sin embargo, la polémica estalló desde el primer momento porque la pregunta era: ¿puede alguien vivir con una cara de otro? Los psiquiatras están fascinados por el tema.

Los mismos equipos de cirujanos se enfrentan diariamente a casos tanto o más radicales

La paciente, una mujer de 38 años, había sido mordida por un perro cuando dormía profundamente tras haber ingerido una fuerte dosis de somníferos -aunque la cuestión de si habría intentado suicidarse no ha sido del todo aclarada- que le arrancó el mentón, los labios y parte de la nariz y de una mejilla. La donante era otra mujer en estado de muerte cerebral cuya familia accedió a donar la piel, los tejidos subcutáneos, así como la masa muscular, venas y arterias utilizados en la operación.

Son los huesos, la estructura ósea, lo que determina fundamentalmente las facciones, los rasgos faciales, aseguran los expertos. La piel y los músculos son secundarios; son sólo el envoltorio que se adapta al modelo que determina el cráneo. Por otra parte, los psicólogos insisten en que no se puede hablar de rechazo psicológico a una nueva cara como si fuera una patología única, sino que cada caso es diferente. Hay muchas experiencias y literatura médica sobre el asunto. Los mismos equipos de cirujanos se enfrentan diariamente a casos de reconstrucciones faciales tanto o más radicales que el de la mujer trasplantada: grandes quemados, caras deformadas completamente por accidentes... Se utilizan injertos de músculos y piel de otras partes del cuerpo, se hacen piezas y piezas y, muy a menudo, en los casos más graves, el paciente sufre deformaciones faciales respecto a su figura anterior mucho más radicales que las que tendrá la mujer de Lille.

"Tengo el sentimiento de que si la persona trasplantada no tenía dificultades psicológicas previas, si disponía de sólidas bases corporales del yo, sus mecanismos de adaptación le permitirán rehabilitar su propia cara", explica el psiquiatra Michel Godefroy. "La desfiguración y la extrema fealdad son particularmente difíciles de superar; atraen la mirada del otro y esta mirada hiere", apunta por su parte la psicóloga Monique Stephant, especialista en grandes quemados. Esta mujer, añade, ha vivido durante varios meses con el rostro completamente desfigurado, lo que le suponía un aislamiento y un rechazo social absoluto, por lo que ahora está dispuesta a pagar el precio que sea por evitarlo.

El equipo que realizó la operación, liderado por el doctor Dubernard, un urólogo con larga experiencia en trasplantes de todo tipo, y el cirujano maxilofacial Bernard Devauchelle, llevaba tiempo detrás de realizar este tipo de intervención. Cada vez que se produce un avance en el campo de la medicina, especialmente en el de la cirugía; operaciones arriesgadas que abren nuevos caminos, aunque para el gran público sea una novedad, se trata de algo que lleva mucho tiempo, años, cociéndose en los cenáculos profesionales. Los expertos consultados apuntan a que probablemente había en todo el mundo media docena de equipos preparados para llevar a cabo esta intervención.

No es de extrañar que las primeras críticas y denuncias sobre la operación llegaran precisamente de otros médicos, como Laurent Lantieri, del hospital Henry Mondor, de París, que en 2004 había propuesto al Comité Consultivo Nacional de Ética la realización de un trasplante total de cara, lo que fue rechazado. Según Lantieri, el equipo de Dubernard no trató primero de resolver el problema por medio de cirugías reconstructivas tradicionales, violando así las directrices del citado comité. La mujer sufrió el accidente el pasado mes de mayo y, según Lantieri, el equipo de su colega se puso inmediatamente a la búsqueda de un donante para el trasplante. "Se le amputaron completamente ambos labios y la punta de la nariz", aseguró.

Lantieri llegó incluso a citar a un médico de Lille, de donde es natural la trasplantada, quien asegura haber visto la hoja clínica de la mujer y que dudaría de su capacidad psicológica para sobrellevar la operación y adherirse al complejo sistema ulterior de medicamentos necesarios para garantizar el éxito. Finalmente, acusó directamente a Dubernard de haberle plagiado el protocolo de la operación.

Dubernard, Devauchelle y los miembros de su equipo rechazan estas críticas y niegan haberse saltado las reglas éticas. Sí, ciertamente, en su momento tuvieron dudas y se plantearon si la operación "era moral", pero todas sus dudas se disiparon cuando vieron el rostro terriblemente desfigurado de la mujer, imposible de reconstruir, y el hecho de que tenía incluso dificultades para comer y hablar. Tras la operación, sus dudas se convirtieron en certezas al ver el "extraordinario resultado" y la reacción positiva de la paciente, que lo primero que dijo cuando le sacaron la sonda de la traqueotomía y pudo hablar fue: "Gracias".

Dubernard y Devauchelle, durante la intervención.
Dubernard y Devauchelle, durante la intervención.

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