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TAILANDIA | UN AÑO DESPUÉS DEL 'TSUNAMI'

Un sueño en forma de hogar

Cae la tarde sobre Kuraburi. Una luz cálida baña las playas del sur de Tailandia. Los turistas disfrutan de los últimos rayos de Sol en los porches de sus bungalós, allí donde miles de extranjeros perdieron la vida el pasado 26 de diciembre. Sin embargo, ya son pocas las heridas visibles en los complejos hoteleros de la zona. No obstante, a pocos kilómetros de allí, 200 personas aún esperan a ser realojadas en viviendas permanentes. Phrakru Suwatthithammarat, líder de los monjes budistas del distrito, acogió a 500 afectados por el tsunami en el terreno de su templo Samakhitam. "No tenían adónde ir, y les ofrecimos nuestra tierra para que instalaran sus tiendas de campaña de forma provisional. El Gobierno y muchas ONG nos prometieron ayuda, pero no se ha materializado".

"Nunca pensé que ayudar a nuestra gente se convertiría en un infierno"
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En Tailandia (65 millones de habitantes) murieron 5.395 personas, y 2.817 desaparecieron. Tras la fase de emergencia, en el mes de abril, el propio Suwatthithammarat diseñó las viviendas permanentes que los afectados deseaban. "Antes de monje fui ingeniero civil, y creí que así agilizaría los trámites de construcción". Para facilitar aún más las cosas, el consejo del templo decidió donar la tierra, uno de los quebraderos de cabeza de las ONG en el proceso de reconstrucción. "Al ver que las casas resultaban excesivamente costosas para los presupuestos de las ONG planteé otras más pequeñas". Entonces llegaron varias organizaciones cristianas. "Nos prometieron construir, pero con la condición de que los beneficiarios se convirtieran a su religión". La comunidad, compuesta por musulmanes y budistas, declinó la oferta. "Y diseñé una nueva vivienda unifamiliar, otra vez de menor tamaño. Tan sólo 35 metros cuadrados".

Las ONG y el Gobierno le dieron la espalda de nuevo. "Comprendí que nadie vendría a ayudarnos, así que tomamos la decisión de salir adelante nosotros mismos". Suwatthithammarat obtuvo la ayuda desinteresada de pescadores, arquitectos y profesores, y las clases comenzaron en el templo de Samakhitam. "Las mujeres han aprendido a coser, y muchas acuden a clases de inglés para obtener un trabajo en el sector turístico. Los hombres están recibiendo instrucciones para construir nuevos barcos y levantar las casas con sus propias manos". Así, 130 familias ya han conseguido dormir bajo un techo sólido, y han encontrado trabajo.

Pero el templo ya no tiene fondos para pagar la electricidad y la alimentación de los que aún no han conseguido un lugar donde vivir. "El alojamiento aquí es precario, y las condiciones higiénicas, inaceptables". Las 70 familias que residen en los alrededores del templo lo hacen en contenedores de los que se utilizan para el transporte marítimo. Hace mucho calor; el interior es un horno. "Se nos ha acabado el dinero y la situación comienza a ser desesperada. Nunca pensé que ayudar a nuestra gente se convertiría en un infierno. Afortunadamente, saldremos adelante y podremos decir orgullosos que, lo que tenemos, no se lo debemos a nadie".

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Phrakru Suwatthithammarat, líder de los monjes budistas de Kuraburi.
Phrakru Suwatthithammarat, líder de los monjes budistas de Kuraburi.Z. A

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