La cuñada
El grito siempre da buenos resultados. El grito engaña, parece nocivo, hace antipático a su dueño, pero a la larga resulta un buen negocio para las causas que suelen defender los chillones. La crispación acaba de dejarnos su regalo de navidad: la Ley Orgánica de Educación. Todos contentos. Aunque el PP, la Conferencia Episcopal y sus brazos mediáticos protesten, el espíritu de la ley pertenece al PP, a la Conferencia Episcopal y a sus brazos mediáticos. Ellos idearon una Ley Orgánica de Calidad de Educación tan cavernícola, tan irrespirable, tan sexista, tan clasista, tan agresiva contra la enseñanza pública, que la nueva reglamentación puede venderse como un paso adelante. Y no es verdad. Tal vez se trata sólo de que se dan dos pasos hacia atrás en vez de los cuarenta previstos. La nueva ley es poco progresista, consagra los privilegios de la Iglesia, traiciona a los movimientos que han defendido la enseñanza pública y aporta muy poco a la hora de intervenir en las carencias reales y en la búsqueda de la calidad. Todas las familias tienen un cuñado o un hermano de mal genio, que no hace nada por los demás y que siempre está en disposición de sentirse ofendido. Más que rechazo, provoca miedo y ganas de agradar para que las comidas navideñas no se carguen de aspereza. La madre elige el menú según sus gustos, le ofrece el mejor regalo, y avisa en la cocina: mucho cuidado con lo que decís, no vayáis a darme la noche. El gritón familiar goza de mala fama, pero siempre se sale con la suya. La derecha está gritona en nuestro país, es una cuñada con humos, ofendida en su intimidad por una mala boda. Seguramente no levanta muchas simpatías, pero consigue retrasar la transformación democrática del país.
Uno de los grandes logros progresistas de esta ley radica en que los profesores de religión estarán amparados por el Estatuto de los Trabajadores para que sus obispos no puedan despedirlos si deciden divorciarse. También se fija un gran plan de incremento del gasto para los próximos 10 años. ¡Enhorabuena! Lástima que la ley ofrezca mil vericuetos para que ese aumento acabe en las arcas de la Iglesia o de los colegios de pago de la alta burguesía católica representada en el Parlamento por CiU. Una enseñanza libre será la que respete la libertad de los padres para llevar a sus hijos, con la subvención del dinero público, a colegios confesionales, o patrióticos, o sexistas, o no manchados por la chusma de la emigración. Un verdadero regalo para la derecha, por mucho que proteste, se niegue a apoyar la ley y pase al comedor con el mal gesto de la cuñada ofendida. Una vez más el Estado mamá o suegra sonríe, se agacha y enseña sus costuras, su pérdida de valores laicos y solidarios. Gritar da resultados, aunque las voces manchen la fama como una copa de vino derramada en el mantel. Así que ya saben, aprendan de la Conferencia Episcopal y del PP, y vayan preparando sus comidas navideñas. Resulta imprescindible buscar una ofensa, recordar un desprecio, acudir a los traumas infantiles, amenazar con no asistir a las citas familiares, armarse de razón para justificar los abusos que se piensan cometer contra los demás. Se llevarán ustedes los mejores regalos y no tendrán que darle las gracias a nadie. Y a cantar villancicos.
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