Sólo nos queda rezar
Día de mucha espiritualidad en las cadenas. La cosa empezó con una grabación de hondo calado que Izquierda Unida difundió y Gabilondo dejó oír en sus Noticias Cuatro: "Y... joder, no se me ocurre más: rezar". La frase mezcla -y ésa sería la tónica de toda la jornada- lo profano con lo sagrado, aunque tiene el inconveniente de haber sido dicha por el director general de la Marina Mercante como última solución del accidente del Prestige. Rajoy, vicepresidente entonces responsable de la crisis, salió el lunes diciendo que la grabación gravemente acusadora era "de risa". Por cierto, que ya mueve los dedos de la mano siniestrada. El dedo índice de la mano derecha.
Nada más empezar la serie de ciencia-ficción Los 4400 (Antena 3), la llegada a la tierra de un meteorito amenazador produce pánico en EE UU, y uno de los jefes del alto organismo de seguridad vuelve a decir la frase: "Sólo queda rezar". Deudora de obras maestras como Encuentros en la tercera fase o la reciente La guerra de los mundos, esta interesante miniserie de cuatro capítulos, que Antena 3 repartió en dos tandas el lunes y el martes noche, ponía al día el viejo refrán: "El que se va a Marte, pierde su parte".
Álvaro Pombo volvió a Noche Hache (Cuatro), y no me extraña. Pombo, aparte de gran novelista, es un genio de la performance; si yo fuera presidente de alguna televisión le daría su propio programa. Pero también es un flagrante católico, y que me perdone este outing. Más que hablar de su nueva novela Contra natura, que estoy leyendo con enorme concupiscencia, Pombo rompió una lanza en favor de la contención sexual. ¿Le castigó el dios del amor griego? Cuando Eva Hache le preguntó si sabía algo de la vida sexual de los futbolistas, el ejemplar de Contra natura se cayó al suelo.
Por último, en 7 días 7 noches (Antena 3), un reportaje sobre la secta de los Raelianos, que se creen extraterrestres pero practican -sin freno pombiano- el sexo terrenal. A su líder Rael lo vi un poco entre Rappel y Raphael. Los tres temperamentales y con un gusto pronunciado por los medallones colgantes.
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