Pequeño matiz a Pasqual Maragall

He leído con la atención y el respeto que me merecen su persona y sus opiniones su artículo publicado en EL PAÍS el jueves 8 de diciembre de 2005. Como siempre, me he sentido muy reconfortado con la lectura y con el mensaje que transmite. Pero permítame formularle una nimia observación que en nada empaña el mensaje, aunque aclara un extremo que estos días ha sido tratado con alguna ligereza.

No es totalmente cierto que don Enrique Rajoy Leloup, ilustre abuelo de don Mariano Rajoy Brey, escribiera el Estatuto gallego de 1936. Las piezas jurídicas más imperecederas -por supuesto, los tres Estatutos plebiscitados en la II República- son obras que transmiten un sentimiento colectivo lo suficientemente trascendente como para confiarse a una sola pluma. En el caso del de Galiza, la comisión redactora contó con don Enrique en el nada desdeñable cargo de secretario. Pero la presidió don Salvador Cabeza de León, y contó como vocales con las señeras personalidades de don Manuel Iglesias Corral, don Eladio Rodríguez González, don Manuel Lugrís Freire, don Xacobe Arias Villar, don Alexandre Bóveda Iglesias, don Avelino López Otero, don Rodrigo Sanz López y don Santiago Montero Díaz.

Es de justicia evocar la memoria histórica de todos ellos, que a partir de su nombramiento el 4 de julio de 1932 abordaron en equipo una obra de tal relieve. Y es mi obligación moral recordar a mi admirable ascendiente, que formó grupo, entre otros, con nuestro más insigne mártir de Galiza.