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El Vaticano condena la tortura y pide respeto a la ley internacional

Benedicto XVI subraya que "no todo es lícito" en la guerra

Enric González

El papa Benedicto XVI publicó ayer un mensaje con motivo de la Jornada Anual de la Paz, la primera de su pontificado, en el que subrayaba que en la guerra "no todo es lícito entre los contendientes", y exigía el cumplimiento del derecho internacional humanitario. El cardenal Renato Raffaele Martino, presidente del Consejo Pontificio Justicia y Paz, se encargó de presentar el documento y de precisar las exhortaciones papales: "La tortura es una humillación del ser humano, y la Iglesia no admite ese método, que a menudo conduce a que el torturado diga aquello que el torturador quiere escuchar".

El pasaje del mensaje papal referido al respeto del derecho internacional y las normas humanitarias fue interpretado como una advertencia a Estados Unidos, cuyo Gobierno parece haber recurrido a la tortura de varios sospechosos de terrorismo. En un breve turno de preguntas tras la presentación del mensaje, el cardenal Martino deseó también que "las guerras preventivas", como la invasión de Irak, fueran "cosa del pasado" y no se repitieran.

El texto de Benedicto XVI, remitido a la ONU con motivo de la Jornada Mundial de la Paz del 1 de enero, dedicaba un amplio espacio a la condena del terrorismo "que, con sus amenazas y acciones criminales, mantiene al mundo en estado de ansiedad e inseguridad". Según Joseph Ratzinger, "los planes terroristas se inspiran con frecuencia en un nihilismo trágico y sobrecogedor" y en un "sentimiento de desprecio hacia la humanidad". "También el fanatismo religioso, que hoy se llama con frecuencia fundamentalismo, puede inspirar y alimentar propósitos y actos terroristas", añadió. "Los nihilistas niegan la existencia de cualquier verdad, mientras los fundamentalistas aspiran a imponerla por la fuerza".

Desarme nuclear

El Papa hizo también una crítica genérica de los nacionalismos agresivos en un pasaje interpretado como una condena a las amenazas iraníes contra Israel: "Las autoridades que (...) fomentan en los ciudadanos sentimientos de hostilidad hacia otras naciones asumen una gravísima responsabilidad: ponen en peligro, en zonas ya de riesgo, los delicados equilibrios alcanzados a costa de laboriosas negociaciones". "¿Qué decir, además, de los Gobiernos que se apoyan en las armas nucleares para garantizar la seguridad de su país? Ese planteamiento, además de funesto, es totalmente falaz", siguió, "porque en una guerra nuclear no habría vencedores, sólo víctimas". Y exigió "un desarme nuclear concordado y progresivo".

Benedicto XVI mencionó "con amargura" el "aumento preocupante de los gastos militares y del comercio siempre próspero de las armas", mientras "quedan estancadas en el pantano de una indiferencia casi general" los procesos de desarme.

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El cardenal Martino aportó algunos datos para ilustrar ese pasaje: "En 2004, los gastos militares del mundo superaron el trillón de dólares, casi 160 dólares por habitante del planeta; el beneficio obtenido por los 100 principales fabricantes de armas registró en 2003 un incremento del 25% sobre el año anterior, y sus beneficios conjuntos en 2004 fueron equivalentes a la suma del Producto Interior Bruto de los 61 países más pobres del mundo".

Ratzinger hizo constar que se abrían tímidas perspectivas de "un futuro de mayor serenidad" en Palestina y en varias regiones de África y Asia y recordó que los primeros beneficiarios de la paz y del desarme serían "los países pobres que, después de tantas promesas, reclaman justamente la realización concreta del derecho al desarrollo".

Benedicto XVI celebra una misa en San Pedro el 8 de diciembre.
Benedicto XVI celebra una misa en San Pedro el 8 de diciembre.REUTERS

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