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Tribuna:ESTADO DEL BIENESTAR
Tribuna
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El futuro de nuestro modelo social europeo: una visión ibérica

Los autores sostienen que la protección social es positiva para el crecimiento económico y que es necesaria una nueva agenda para Europa cargada de coraje y consenso.

- 1. Protección social y diversidad. El futuro de los sistemas de protección social ha estado, a lo largo de las últimas dos décadas, en la agenda europea. Por un lado, debido a presiones endógenas, como los efectos del envejecimiento, la creciente diversidad de riesgos a cubrir y las expectativas de mayor calidad de las respuestas. Por otro lado, debido a presiones exógenas, como la complejidad de la integración europea, la austeridad presupuestaria permanente y una mayor competitividad derivada de la globalización.

A escala continental, no hay un único modelo de bienestar. Como resultado de la trayectoria de cada país, conviven diferentes niveles de protección y volumen de recursos, así como opciones ideológicas e institucionales diversas. Y, por encima de todo, eficacias, debilidades y consecuencias sociales muy diferentes. Las diferencias tienen que ser, además, un factor de enriquecimiento y aprendizaje mutuo y no una forma de desvalorizar la calidad social. Así, como no ha habido históricamente un modelo único de Estado-providencia, es incorrecto y perjudicial reducir hoy el debate a una visión minimalista de la protección social.

Es fundamental una mayor implicación de la sociedad civil y del mercado

- 2. Protección social, economía y bienestar. Las políticas sociales de calidad no son sinónimo de sobrecarga económica. Por el contrario, son un factor de promoción del crecimiento económico y del empleo, de una vida familiar con más calidad y de participación de las mujeres en el trabajo y, por estas vías, también de competitividad. El ejemplo de los países nórdicos hace tiempo que lo demostró.

Además de eso, las nuevas necesidades producidas por varios factores, entre otros por las presiones de los mercados de trabajo sobre la vida familiar y por el envejecimiento de la población, tienen un gran potencial de creación de empleo, a través del desarrollo de equipamientos y servicios cuya viabilidad es posible. Por ejemplo, por vías tan diversas como la economía social, el trabajo independiente y las pequeñas empresas.

Al mismo tiempo, la protección social garantiza patrones mínimos para un mayor número de ciudadanos, disminuyendo los riesgos de pobreza y exclusión. Así, se asegura un marco en el que el mercado incluya cada vez más personas. Esto permite disminuir los desequilibrios más gravosos para el funcionamiento mercantil y estimular su dinamismo con repercusiones sustanciales en la economía.

Al contrario de lo que a veces se acepta equivocadamente, la protección social es amiga del crecimiento. Cuando es concebida adecuadamente, no es un impedimento sino que interactúa de manera positiva con la economía. Así, siendo el crecimiento económico un instrumento para el progreso, el objetivo del modelo de protección social de los países europeos no puede ser sólo la competitividad. Más bien debe lograrse por medio del crecimiento, el empleo y la eficacia de los modelos de bienestar que la calidad social sea sostenible.

La estabilidad y la sostenibilidad macroeconómica no pueden ser fines en sí mismas, sino instrumentos al servicio del objetivo último de progreso social, materializado en la mejora de las condiciones de vida y trabajo de los europeos.

- 3. El desafío de los nuevos equilibrios sostenibles. El desafío fundamental de la protección social hoy no es la reforma, entendida como un retroceso de la calidad social en Europa, sino el reequilibrio del modelo social. Esto es verdad para la Unión, pero lo es todavía más para los países cuyos modelos sociales, por razones históricas, tienen todavía márgenes importantes de desarrollo y de progreso. ¿Cómo aumentar la eficacia de la protección social en sus efectos positivos sobre la economía, en la consecución del bienestar y cómo hacerla más sostenible a largo plazo? Necesitamos una nueva agenda, cargada de coraje y ambición, para la Europa social, y no de tentaciones de reduccionismo que no son buenas para la economía ni para las personas. Un paso importante consiste en la promoción de amplios consensos. La sostenibilidad de un modelo social equilibrado exige el diálogo entre representantes de trabajadores, empresarios y autoridades públicas, para establecer puentes alrededor de las coordenadas básicas de la sociedad que queremos. Sin la estabilidad que proporciona la concertación, esto no será posible, por lo que no es deseable continuar, como en el pasado, con agendas de reforma social y laboral impuestas unilateralmente.

De igual modo, es fundamental una mayor implicación de la sociedad civil y del mercado en el área social. Con todo, la ampliación de los agentes que producen bienestar no puede significar un retroceso de lo público, sino un nuevo pacto de asociación para la protección social, renegociando, caso por caso, el papel a compartir por cada esfera institucional.

Estas dos vertientes de un nuevo contrato social deberán tener siempre una visión a largo plazo: garantizar un horizonte de sostenibilidad financiera de la protección social. Pero, ante las presiones del envejecimiento sobre los sistemas de pensiones, es esencial garantizar modelos de financiación viables, así como fórmulas para prolongar la vida laboral y lograr prestaciones sociales sostenibles en el futuro. La promoción en varias direcciones del envejecimiento activo es un camino ineludible.

Para que el modelo social sea sostenible, Europa precisa, además, promover el crecimiento del empleo, haciéndolo más dinámico, más cualificado y más equilibrado. La formación, la cualificación y la innovación son a este respecto ineludibles y la Estrategia de Lisboa, lanzada en 2000, apunta orientaciones que se mantienen actuales y que no se pueden posponer para el futuro.

Pero los desafíos que tenemos delante de nosotros no son sólo estructurales y de sostenimiento del modelo. Son también problemas sociales complejos a los que no podemos dejar de dar respuesta. Nuestras sociedades tienen que lidiar de manera positiva con cuestiones como la integración de los inmigrantes, las nuevas realidades de la juventud, la necesidad de profundizar en la igualdad entre hombres y mujeres y promover una relación mejor y más eficaz entre familia y trabajo, las nuevas y viejas formas de pobreza y exclusión.

Las soluciones exigen innovación y creatividad de las políticas públicas y también el estímulo de los focos de dinamismo de nuestras economías. Las pequeñas y medianas empresas, el trabajo independiente, la economía social, las nuevas formas de asociación pública-privada son áreas que tienen que ser valoradas como instrumentos de crecimiento, creación de empleo y mejora de las condiciones sociales de nuestros países.

El modelo social europeo renovado ha de ser, en el futuro, el marco en el que se desarrollen mecanismos que permitan anticipar las consecuencias de los desafíos a los que nuestras sociedades, empresas y ciudadanos se enfrentan en el marco de un mundo globalizado. Sólo así será posible transformar los riesgos de la globalización en beneficio para nuestra economía social de mercado, en la senda de un progreso económico socialmente equilibrado y sostenible.

El camino debe ser un nuevo equilibrio interactivo y dinámico entre la competitividad, la solidaridad y la calidad social; entre la protección, la adaptabilidad de las empresas y el bienestar de las personas; y entre el Estado, las familias, la sociedad civil y el mercado. El verdadero desafío para el futuro de la protección social es superar el ilusorio dilema entre el inmovilismo defensivo y las tentaciones de liberalización. Ésta es una condición decisiva para garantizar la sostenibilidad y la calidad de nuestro modelo de sociedad. Serán las generaciones futuras de europeos quienes disfrutarán de las opciones que hoy tomemos. Se extiende a ellos también nuestra responsabilidad histórica y colectiva.

José António Vieira da Silva es ministro de Trabajo y Solidaridad Social de Portugal y Jesús Caldera Sánchez-Capitán es ministro de Trabajo y Asuntos Sociales de España.

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