Asesinos antinavideños
Cada año, entre la sobredosis de buenos sentimientos, la ilusión de los niños, el algodón dulce, los calcetines junto a la chimenea y las cenas familiares, siempre se cuela una película-respuesta a tanto almíbar y sonrisa de andar por casa. La cosecha de hielo, comedia burlesca con toques de cine negro y de violento thriller, ejerce esta temporada de banderín de enganche con sus continuados insultos al periodo vacacional de la falsa bondad y de la caricia con mano de hierro.
Harold Ramis y sus guionistas, Richard Russo y el muy reputado Robert Benton, mantienen los clásicos villancicos de Bing Crosby y las cenas alrededor del pavo, pero los rodean de mafiosos de tres al cuarto, de puticlubes de carretera y de esporádicos chistes blasfemos ("¡Hay que estar feliz, es el cumpleaños de Dios!"). Sin grandes pretensiones y con vocación de pequeña joya para públicos un tanto particulares (estatus que no llega a alcanzar), La cosecha de hielo contiene una primorosa escritura por encima de lo habitual en el Hollywood de hoy, obra de uno de esos aspirantes a genios del guión que se quedó en excelente profesional más por mal acompañamiento e impericia realizadora que porque no lo mereciese. Al veterano Robert Benton, ganador de dos oscars por los guiones de Kramer contra Kramer y En un lugar del corazón, siempre le perjudicó su falta de garra a la hora de dirigir sus propios productos. Mejor escritor que realizador, autor de libretos tan hermosos como los de Bonnie and Clyde y ¿Qué me pasa, doctor?, Benton se quedó a medio camino con obras notables pero algo insípidas como Ni un pelo de tonto y Al caer el sol.
LA COSECHA DE HIELO
Dirección: Harold Ramis. Intérpretes: John Cusack, Billy Bob Thornton, Connie Nielsen, Oliver Platt. Género: comedia negra. Estados Unidos, 2005. Duración: 85 minutos.
Por desgracia, el encargado de la dirección de La cosecha de hielo es Harold Ramis, creador de dos de las mejores comedias del cine moderno (Atrapado en el tiempo y Una terapia peligrosa), aunque, al igual que Benton, más destacable por su talento frente al folio que delante de la cámara. Los tan simpáticos como salvajes personajes protagonistas se hacen querer a pesar de sus comportamientos, a pesar de su ocasional estupidez (o quizá justamente por eso). Como esos gánsteres de medio pelo creados por Tarantino, poseedores de una filosofía y una labia entre rastrera y talentosa, las criaturas de Benton y Ramis se dejan admirar. Puede que no dejen huella, pero sí que arrastran, al menos durante la hora y media corta que dura la película.
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