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Cinco meses en manos de la CIA

Un alemán denuncia que fue llevado a Afganistán en un avión que hizo escala en Mallorca

Francisco Peregil

Una denuncia presentada por la Unión de Libertades Civiles de Estados Unidos sostiene que Khaled al Masri, un ciudadano alemán de origen libanés, fue secuestrado el 31 de diciembre de 2003 mientras se encontraba de vacaciones en Macedonia. Retenido e incomunicado durante varios días, fue entregado a agentes de EE UU, que le golpearon, drogaron y trasladaron a una cárcel secreta en Afganistán. Cinco meses después de su secuestro, Al Masri fue abandonado durante la noche, sin explicación alguna, en una montaña de Albania. Éste es el relato de los hechos, según la denuncia:

Khaled al Masri, nacido en Kuwait en 1963, se montó el 31 de diciembre de 2003 en un autobús en Ulm (Alemania), con la intención de visitar Skopkje (Macedonia) por unos días. El viaje transcurrió sin incidentes hasta que el autobús atravesó la frontera de Serbia a Montenegro, donde los funcionarios de la frontera le retiraron el pasaporte y lo mantuvieron detenido unas horas.

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El detenido fue llevado a un hotel en Skopje, donde estuvo detenido durante 23 días, vigilado por funcionarios armados de Macedonia. Los interrogatorios se fueron sucediendo, siempre en inglés, sobre cuáles eran sus actividades en Ulm (Alemania), sus amigos, sus visitas a la mezquita o al Centro Multicultural de la ciudad. Los interrogadores le presionaban continuamente sobre una reunión que decían que había tenido en Jalalabad (Afganistán) con un egipcio y sobre posibles contactos con un noruego. Al Masri respondía que él nunca había estado en Jalalabad y que no conocía a nadie de Noruega.

El 23 de enero de 2004, unos civiles que el detenido no había visto nunca se presentaron en el hotel y le grabaron en un vídeo durante 15 minutos. Al acabar, le ordenaron que dijera que en todo momento había sido bien tratado y que en ningún caso le habían hecho daño. Luego se comprometieron a meterlo en un avión hacia Alemania.

Khaled al Masri, maniatado y con los ojos vendados, fue llevado a un coche, en el que estuvo en ruta durante una hora. Al bajar lo condujeron hasta un edificio, donde le dijeron que iba a ser sometido a una revisión médica. Allí, asegura, le golpearon por todas partes con los puños y con un palo estrecho. Tras negarse a desnudarse, le quitaron la ropa a la fuerza, con cuchillos o tijeras, sin que le dejaran de pegar. En todo momento oyó el sonido de cámaras tomando fotos.

Al Masri fue arrojado contra el suelo, le pusieron las manos en la espalda y alguien se las pisó con una bota. Entonces sintió cómo le introducían un objeto rígido por el ano. En un momento dado le quitaron las vendas de la cara y le hicieron una foto, que lo deslumbró. Cuando recuperó la visión, pudo ver a siete u ocho hombres vestidos de negro y con pasamontañas. Los captores le pusieron un pañal, un traje azul oscuro de manga corta, un cinturón con cadenas que le sujetaba los tobillos y la muñecas. Le colocaron orejeras, un antifaz almohadillado, le vendaron los ojos y le pusieron una capucha.

En ese estado fue llevado hasta un avión, tirado por una argolla que llevaba en las muñecas. Una vez dentro, lo tiraron al suelo boca abajo y sus brazos y piernas fueron abiertos y asegurados a los lados del avión. Sintió una inyección en su hombro y luego un segundo pinchazo, que lo llevó a estar casi inconsciente.

Cuando el avión aterrizó fue desencadenado y sacado del avión. Allí se dio cuenta de que el calor que hacía no era propio de Macedonia. Creyó que podía estar en Guantánamo o posiblemente en Irak. Más tarde supo que se encontraba en Afganistán. El cotejo de documentos de aviación demuestran que un Boeing, registrado con la matrícula N313P, despegó de Palma de Mallorca el 23 de enero de 2004 y aterrizó en el aeropuerto de Skopje a las 8.51. El avión abandonó Skopje más de tres horas más tarde, volando a Bagdad y luego a Kabul. El lunes 25 de enero, el avión dejó Kabul y voló a Timisoara, Rumania.

A principios de mayo recibió la visita de un germanohablante que se identificó a sí mismo como Sam. Al Masri preguntó a Sam si era un representante del Gobierno alemán y si el Gobierno alemán sabía que él estaba detenido en Afganistán. Pero Sam, después de consultar a los americanos, declinó contestar.

A finales de mayo Sam le informó de que sería liberado en ocho días. Sam le advirtió de que a condición de su puesta en libertad, nunca tendría que mencionar lo que le había ocurrido. El 27 de mayo un doctor americano visitó la celda. Le dijo a Al Masri que no comiera ni bebiera nada porque el próximo día sería transportado a Alemania y durante el viaje no le estaría permitido visitar el baño. A la mañana siguiente, le dijeron que se pusiera la ropa que llevaba en Macedonia y le entregaron dos nuevas camisetas. Fue conducido al avión, con los ojos vendados, los oídos tapados y una vez dentro, encadenado a su asiento.

Sam acompañó a Al Masri en el avión. Al Masri también oyó las voces apagadas de dos o tres americanos. Sam informó a el Masri de que Alemania tenía un nuevo presidente. Le dijo también de que el avión aterrizaría en un país europeo que no sería Alemania, porque los americanos no querían dejar ninguna huella de su implicación en el calvario de Al Masri.

Cuando el avión aterrizó, Al Masri, seguía vendado y fue trasladado al asiento trasero de un vehículo. No le dijeron dónde estaba. Tras seis horas conducido por montañas arriba y abajo, por carreteras asfaltadas y sin asfaltar le quitaron las vendas. Sus captores le dieron sus pertenencias, su pasaporte, le quitaron las esposas, y le dijeron que caminara hacia abajo sin mirar atrás. Era de noche y la carretera estaba desierta. Al Masri creyó que le dispararían en la espalda y lo matarían.

Al Masri fue conducido al aeropuerto Madre Teresa, de Tirana. Uno de los guardias albaneses cogió el pasaporte y 320 euros de su cartera y entró en las instalaciones del aeropuerto. Sólo cuando embarcó y se encontró en el aire, Al Masri pensó que finalmente iba a regresar a Alemania.

Khaled al Masri, en una imagen de enero, en la ciudad alemana de Ulm.
Khaled al Masri, en una imagen de enero, en la ciudad alemana de Ulm.EFE

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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