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Columna
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Cárcel

La semana pasada estuve en la cárcel de Sevilla. Me invitó su director, Juan Manuel Ruiz, después de oírme decir en Hora 25 que no creía en la bondad de un sistema que no conseguía rehabilitar y reinsertar a los delincuentes. No sé si la cárcel de Sevilla es de las mejores del país, sé que lo que he visto allí no es lo que yo pensaba. Pude ver un musical y una exposición, los dos sobre El Quijote que me emocionaron. En la cárcel de Sevilla, no sé si en otras, pasan cosas que permiten creer que el sistema penitenciario, si no logra el éxito de la reinserción, al menos no es tan inhumano y tan seco como se puede creer, lo que no quiere decir que una cárcel no sea, a fin de cuentas, un fracaso social. Lo es porque no está escrito que la desigualdad tenga que ser reconocida como irremediable, porque no hay nada que disculpe el hecho de que haya niños que nazcan condenados a crecer en condiciones de carencia y de injusticia que, en ese caso, casi irremediablemente van a estar, sino dentro, sí al borde del riesgo de poder acabar en una cárcel. Me lo decían los funcionarios con los que tuve la suerte de recorrer la exposición de los internos de la cárcel de Sevilla sobre El Quijote: todo lo que no se gasta en escuelas, se gasta en cárceles. Es seguro que eso habrá que matizarlo, pero que en gran parte es cierto, no hay duda. Estamos hablando estos días, con motivo de las reformas estatutarias, de igualdad, del derecho de todos los ciudadanos a recibir los mismos servicios, vivan donde vivan, y nos jugamos más de lo que nos pueda parecer en ganar esa batalla. Sólo la educación iguala sin lugar a dudas. En la cárcel de Sevilla he visto ese interés por la educación de los internos que se vieron privados de ella en sus años de inocencia. No pasa sólo eso en la cárcel como, honradamente, me decía su director, Juan Manuel Ruiz, pero está bien tomar contacto con la realidad más cierta, aunque sólo haya sido una parte de esa realidad, para no hablar de oídas y generalizar cargados de prejuicios. Yo lo hice así hablando de las cárceles y aunque siga pensando que no me gusta el sistema y que me cuesta creer que, aun funcionando bien, las cárceles sean algo más que lugares para la tranquilidad de los que estamos fuera, me alegro de haber visto, como he visto en la cárcel de Sevilla, que si hay alguien dispuesto a que las cosas sean mejores, pueden serlo.

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