Pérez-Rosado filma el drama de la explotación de la mujer
La cinta ofrece una "mirada documental" de la marginación femenina
Olga es cubana; Mari Jo, valenciana. Olga, licenciada en Arte, llega a España con una beca para ampliar estudios y con la ambición de forjarse un futuro, pero, al cabo de unos meses, nos la encontramos convertida en una sin papeles, que malvive, con trabajos duros y mal pagados. Mari Jo está sola; su única hermana, a la que adora, cumple condena en la prisión por haber asesinado al padre, un maltratador. Al igual que Olga, se emplea a duras penas -ambas coinciden en una siniestra fábrica de muebles- y, de vez en cuando, tiene que sacarse un sobresueldo con algún que otro favor sexual. Pedro Pérez-Rosado (Petrés, Valencia, 1953) recurre en su último filme, Agua con sal, a estas dos mujeres de ficción -inventadas por su esposa, Lilian Rosado, autora del guión, e interpretadas por Yoima Valdés y Leyre Berrokal, respectivamente- para explicar "una historia de soledad y de explotación".
La película, el segundo largometraje de ficción del director valenciano tras Cuentos de la guerra saharaui, fue premiada en la pasada edición de la Mostra de Valencia, de la que Pérez-Rosado recibió asimismo el galardón al mejor director. Recientemente, el Festival de Cine Iberoamericano de Huelva premió a Yoima Valdés como mejor actriz y, en esa ciudad andaluza, el filme logró además un reconocimiento del que todo el equipo se siente muy orgulloso, la Llave de la Libertad, que conceden los presos a la mejor producción del certamen.
Pérez-Rosado, que esta semana ha presentado Agua con sal en distintas ciudades españolas, entre ellas Barcelona, admite que, aunque la cinta contiene varios subtemas -el drama de la inmigración, la amistad, el abuso, la prostitución, la marginalidad social...-, en realidad "habla de la mujer" y, más concretamente, de las mujeres explotadas, de sus inseguridades y de sus miedos.
El director cuenta que ha usado el "lenguaje documental" para el relato, porque, forjado como cineasta en este género, es el que mejor conoce y en el que se siente más cómodo. Insiste en que su apuesta fílmica es sobre todo por el realismo. Eso se nota no sólo en la mirada del director sino también en el trabajo de las actrices, a las que Pérez-Rosado pidió, antes del rodaje, que vivieran experiencias como las que narra el argumento. Así, Yoima Valdés y Leyre Berrokal trabajaron durante unos días en una mueblería similar a la que retrata Agua con sal, estuvieron viviendo en un barrio parecido al suyo en la ficción y frecuentaron ambientes como los que se describen.
Pérez-Rosado reconoce que su película recuerda a Princesas, de Fernando León. Ambas cintas abordan la relación entre dos mujeres, una de ellas inmigrante con un hijo y la otra dedicada a hacer la calle. "Sí", dice el cineasta, "pero, son dos caras de una moneda; nuestras miradas son diferentes. No hay comparación. La mía no es una historia de prostitución, sino de supervivencia".
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