El Premio Rulfo conservará su nombre
El debate ocasionado por la familia del escritor para retirar su denominación pierde virulencia
La entrega el pasado sábado del prestigioso Premio Juan Rulfo, que se realiza en la FIL, se inició con polémica. La Fundación Rulfo pidió que se retirara el nombre del autor de Pedro Páramo del galardón. Argumentaban que el ganador de esta edición, Tomás Segovia, se había pronunciado de manera ofensiva sobre Rulfo y consideraban que se desprestigiaba un nombre que ellos debían defender. La familia explicó después que se trataba de una decisión muy meditada. Raúl Padilla, presidente de la feria, afirmó ayer que todo parecía fruto de un malentendido y que no retirarían el nombre del premio.
El barullo inicial que desencadenó el comunicado de la Fundación Juan Rulfo empieza a perder fuelle: los expertos en derecho explican que no hay fundamento jurídico para su reclamación.
Raúl Padilla quiere solucionar "cuanto antes" el tema con Clara Aparicio
Los hijos del escritor comentaron que la decisión se había meditado mucho
Todo se inició con una carta de la viuda de Juan Rulfo, Clara Aparicio, al diario La Jornada en la que lamentaba que Tomás Segovia, ganador de la última edición del premio, hubiera hablado despectivamente de su marido. Después vino el comunicado de la Fundación Rulfo, que pedía que se retirara el nombre del premio por la responsabilidad de los herederos, que tienen la obligación de vigilar que "el empleo del nombre de su ilustre familiar no vaya en su demérito".
Para el profano, la cuestión tuvo desde el principio tintes surrealistas. Se lea por donde se lea, es difícil comprender qué hay en las declaraciones de Segovia que vayan contra la persona y la obra del autor de Pedro Páramo. Habrá que ir paso a paso.
En la rueda de prensa en la que se hizo público el último 1 de agosto el nombre del ganador del XV Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo, Tomás Segovia dijo: "Siempre he pensado que él es un tipo de escritor muy peculiar, creo que es el tipo de escritor que tiene el puro don, es decir, es un escritor misterioso, nadie sabe por qué Rulfo tenía ese talento, porque en otros escritores uno puede rastrear el trabajo, la cultura, las influencias, incluso la biografía, pero Rulfo es un puro milagro, nadie sabe por qué tiene ese talento. No tuvo una vida muy deslumbrante, no fue un gran estudioso ni un gran conocedor, él simplemente nació con el don".
El 26 de noviembre, la Fundación Rulfo comunicaba que "quien fue designado como ganador, el señor Tomás Segovia, se apresuró a repetir lo que en cierto grupúsculo circula con naturalidad (y que le habrán aplaudido): que no se sabe cómo pudo escribir Juan Rulfo una obra tan notable, ya que no era un hombre preparado, etcétera", y denunciaba que "no se puede autorizar el empleo del nombre de Rulfo cuando se convierte en mero botín de un grupúsculo que sólo atiende a sus propios intereses, al grado de, si sus cálculos se lo imponen, ofender el nombre de Juan Rulfo por así convenir a sus propósitos".
Sorprendido por la radicalidad del comunicado de la Fundación Rulfo, Tomás Segovia no quería hablar del asunto ni entrar en polémicas estériles un día después de recibir el premio. "No entiendo que se diga que lo critiqué cuando sólo intenté manifestar mi más profunda admiración", explicó. Luego recordó el momento en que oyó a Rulfo leer un fragmento de su obra, que lo deslumbró y le hizo comentar que, de todos los becados por el Centro Nacional de Escritores, "él era el único escritor verdadero".
El lunes, durante la presentación de varias obras de y sobre Juan Rulfo en la FIL, los hijos comentaron que la decisión se había meditado mucho y que hace tiempo se había trasladado ya a la organización su descontento. En un encuentro informal el martes, Juan Francisco, uno de los hijos de Rulfo, se refería en estos términos al asunto: "El premio se creó con la voluntad de proyectar la obra de un escritor que, siendo indiscutible, no fuera muy conocida. En las dos últimas ediciones, los ganadores, Juan Goytisolo y Tomás Segovia, ya habían recibido el Premio Octavio Paz. No necesitaban, por tanto, ningún reconocimiento. Ya lo tenían". Sus palabras confirmaban así la parte del comunicado que se refiere a que el premio se ha desprestigiado porque se lo conceden a quienes "ya tenían uno equivalente".
"El Premio Juan Rulfo", explicó ayer Raúl Padilla, presidente de la feria y también del galardón, "fue creado por la FIL cuando, después de cuatro ediciones de homenajear a distintos escritores, entendió que iba a ser más eficaz un premio. Se buscaron instituciones y empresas que aportaran fondos [su dotación es de 100.000 dólares -unos 83.000 euros-], se habló con la familia, que apoyó con entusiasmo la idea; se creó una asociación civil que lo gestionará y se puso en marcha. El jurado es internacional, de procedencias y gustos muy plurales, y siempre ha actuado con independencia y de manera transparente. Creo que la polémica ha sido fruto de un malentendido (o de la tergiversación de una información), que vamos a intentar solucionar con Clara Aparicio cuanto antes. Es cierto que ella dejó en un momento dado de asistir a la entrega del premio, aunque siempre es invitada, pero nunca explicó que fuera por diferencias con la organización".
Del ruido inicial que los medios mexicanos alimentaron sobre este incidente muchas veces incomprensible (¿cómo puede leerse como un insulto lo que a todas luces es un gesto de admiración?) se ha pasado a un estado de calma boba. Los expertos en derecho se pronuncian. Sólo si la familia tuviera registrado el nombre como una marca comercial, y no lo tiene, habría posibilidades de dirimir legalmente si tienen derecho a retirarlo del premio. Y antes tendrían que demostrar que, efectivamente, ha habido unas declaraciones que fueron en demérito de Juan Rulfo.
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