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Columna
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Recordatorio

Cada año me gustan más los actos conmemorativos que se celebran a finales de noviembre en memoria de Franco. Las imágenes se repiten casi idénticas y la congoja de ver menguar inexorablemente el número de los participantes viene compensada al comprobar que los que quedan no son menos vigorosos ni menos firmes en sus convicciones.

Un mecanismo benéfico del alma humana se encarga de atenuar y falsear la memoria individual para evitar el lastre de los recuerdos pesarosos o humillantes que nos impedirían funcionar con normalidad. Del mismo modo, la Historia recopila, clasifica y comprime los sucesos colectivos para hacer del pasado un producto comprensible y soportable para las nuevas generaciones, una herencia clara, libre de cargas y gravámenes. En virtud de este principio, un largo y oscuro periodo reciente de la Historia de España se va convirtiendo paulatinamente en una devastadora guerra civil seguida de un régimen dictatorial construido sobre el modelo fascista que concibieron el inconsistente José Antonio y su cortejo de melifluos intelectuales. En suma: un enunciado preciso y un inequívoco juicio de valor. Lo demás, peripecias truculentas y retórica de perdedores. Hechos confusos y personajes aún más confusos, relegados al apacible limbo de la letra pequeña y la nota erudita a pie de página. Polémicas ocasionales sobre la correcta interpretación de tal o cual detalle. Débil eco de voces que sólo resuenan entre los anaqueles de las bibliotecas. Términos candentes, como nacional y rojo, hoy son barbarismos; fascista, o su versión castiza, facha, se aplican al funcionario venal que recalifica el terreno de un amigo, al guardia de la multa, al político atrabiliario y vocinglero.

Mejor así. Que la naturaleza cicatrice las heridas y el tiempo borre el dolor, que el horror se condense en las páginas del libro y en la manida foto.

Y, sin embargo, cómo me gusta que todos los años, cuando empieza la temporada de frío, nostalgia y consumo, la efeméride convoque un grupo de individuos de uniforme y correaje, caducos, tripones, biliosos, obscenos, empeñados en encarnar la realidad tal como fue, sin camuflajes académicos, para que quienes la vivieron sepan que un año más pueden salir a la calle y respirar en paz.

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