Crímenes imperdonables
No es la primera vez que el escritor Jorge Edwards responsabiliza a las víctimas de la dictadura chilena de entorpecer la reconciliación en Chile. Ya en el periodo de la detención del dictador Pinochet en Londres las calificaba de "grupos vociferantes" y "... minoritarios en Chile" (EL PAÍS, 14-11-1998). Ahora, él insiste en ello (Los difíciles perdones, 7-10-2005).
Uno de los problemas que persisten y no están resueltos es el de los derechos humanos. Son los defensores y las organizaciones de estos derechos, en Chile y en el exterior, quienes han hecho posible los avances en este terreno. La "testarudez" e "inflexibilidad" de las víctimas que el articulista señala no explican la persistencia de este problema, ni tampoco el contraste de la experiencia chilena con otros países que pasaron por dictaduras y que negociaron enseguida salidas de consenso. ¡Ello está explicado por el triste hecho de que esta negociación fue mal realizada por quienes asumieron la transición...!
Sobre el pasaje de nuestro país al siglo XXI, el escritor se pregunta si algún día éste ocurrirá. Nos remitiremos únicamente a la historia reciente. Una de las pocas ocasiones que ha tenido nuestro país para forjar el presente y mirar al futuro fue durante la experiencia de Allende y la Unidad Popular.
No es la falta de "cultura política", ni el "exceso de pasión", ni las "persistencias de visiones ideológicas del siglo pasado" lo que hace que estos problemas sean recurrentes. Ello se debe a la imposición del modelo de sociedad vigente, cuyas determinaciones de tipo económico ultraliberal están generando una extrema desigualdad...
Considerando el paralelo que el señor Edwards hace con la transición española, tenemos que subrayar hoy día que después de 66 años, el actual Gobierno español trata de borrar los símbolos del franquismo aún presentes. Y no es la primera vez que nos invitan a admirar la transición española para así mejor "digerir" la transición a la chilena. En Chile ésta es diferente. El dictador aún está en vida, su existencia todavía "pena" y aún no ha sido juzgado. El ex juez Guzmán denunció que el Gobierno llegó a un "acuerdo tácito con los pinochetistas", concluyendo que el dictador "nunca será juzgado". Su detención en Londres fue permitida gracias a la importancia que los derechos humanos y los otros derechos han adquirido hoy día; y también a la tenacidad y decisión de los abogados y jueces españoles en implementar el principio de jurisdicción universal para perseguir los delitos de genocidio y crímenes contra la humanidad. La Constitución vigente es aquella impuesta por la dictadura, reformada hoy por el Gobierno de Lagos y aprobada por el Congreso después de un consenso logrado a espaldas de la ciudadanía.
La argumentación que el señor Edwards avanza sobre las razones que explicarían la dificultad de lograr la reconciliación en Chile
(por la inexistencia de centenares de miles de muertos) nos parece de una ligereza impropia de un columnista. Es el mismo argumento utilizado por los militares para explicar el "bajo coste social" de su intervención. Citando a Nelson Mandela, quien un día dijo "un solo muerto ya es demasiado", expresamos que la verdad de los hechos es que la tragedia chilena comprendió, además de los detenidos desaparecidos y ejecutados, una cantidad importante de detenidos torturados y un millón de personas forzadas a abandonar el país.
En la historia de Chile hay otros casos de revoluciones y guerras civiles que produjeron situaciones similares a la de hoy. En todas ellas, la solución fue dictar leyes de perdón y el olvido. El dilema justicia-impunidad nunca fue resuelto. Hoy, las soluciones propuestas por las instituciones del Estado continúan en el mismo sentido y anticipan ya un mismo tipo de comportamiento en el futuro. La salida del umbral del desarrollo y el paso a la modernidad dependen sobre todo de la resolución de este dilema ético de las graves violaciones de los derechos humanos. Es la única manera de salir de este interminable ciclo en nuestra historia.
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