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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La puerta de Gaza

En Gaza se acaba de abrir una puerta al mundo exterior después de décadas de aislamiento. La Autoridad Palestina (AP) cuenta ya con una frontera internacional por el paso de Rafah, lindante con Egipto, que ayer cruzaron emocionados más de 1.500 palestinos tras su inauguración la víspera por el presidente, Mahmud Abbas. Esta puerta al mundo funcionará inicialmente sólo durante cuatro horas diarias, que se ampliarán en breve a 12 y después hasta las 24 horas con la llegada de 70 agentes y policías de la UE, entre ellos varios españoles, para supervisar el paso de personas y mercancías, que, sin embargo, será gestionado por los propios palestinos.

Los servicios de seguridad israelíes no permanecerán ajenos a ese tránsito, puesto que desde el puesto cercano de Kerem Shalom podrán vigilar, gracias a un sistema de circuito cerrado de vídeo, quién entra y sale de Gaza, y presentar a palestinos y europeos las objeciones que les parezcan oportunas. Es una medida comprensible, porque esa primera brecha en el cerco con que Israel encerraba hasta ahora a la AP en el territorio no debe servir para reforzar los arsenales de los grupos terroristas, hoy más o menos en reposo, pero que en cualquier momento pueden salir de su relativa pasividad.

Aparte de su valor simbólico, esa puerta significará un alivio material casi inmediato para los 1,3 millones de palestinos de la franja, que podrán exportar productos agrícolas y emplearse en el vecino país árabe. En ese sentido, Abbas subrayaba el viernes que comenzaría pronto la construcción del puerto de Gaza, y el Gobierno de Ariel Sharon relajaría progresivamente los controles en el paso de mercancías de Karni y de pasajeros de Erez, que comunican la zona con Israel.

Estos alentadores acontecimientos en una de las zonas más críticas del planeta tendrán en las próximas semanas que atravesar una doble prueba para su consolidación: las elecciones palestinas de enero, a las que se presentará la organización fundamentalista Hamás, en una evolución que, idealmente, debería consagrar su renuncia a la violencia; y las israelíes de fin de marzo, a las que Sharon se presenta con el partido Kadima (Adelante), creado para la ocasión. Sólo entonces, con un panorama político despejado -a tenor de las encuestas con el primer ministro reconfirmado en el poder, pero obligado a coligarse con otras fuerzas de signo moderado-, cabe imaginar la reanudación de las negociaciones de paz.

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