Trasplantes y Seguridad Social
Hace un mes me fue trasplantado el hígado en el Hospital Universitario Gregorio Marañón, por los servicios especializados en trasplantes de Digestivo y Cirugía. Como me habían advertido, han surgido algunos problemas concretos que espero se solucionen y estadísticamente podrían darse otros más complicados que comprometieran el éxito final del trasplante o, quien sabe.
No obstante, de momento he recuperado gran parte de mi ser habitual alienado desde hace dos años por la amenaza que pendía sobre mi vida y el último año por las alteraciones psicofísicas provocada por el deterioro de mis funciones hepáticas. Por ello y por las condiciones de profesionalidad, buen humor, delicadeza en el trato y amor a su trabajo percibidas en todos los niveles del personal que me ha atendido, estaré eternamente agradecido y me parecería injusto dar nombres concretos, aunque subjetivamente me tiente, ya que me parece más importante dar testimonio ante la sociedad de la existencia de un equipo humano coordinado y eficaz a su servicio. La brevedad obligada en este medio me fuerza a extractarlo todo, pero necesito destacar dos aspectos. Primero, mi agradecimiento a los desconocidos que tuvieron la grandeza de sobreponerse a la tragedia que se vive en el momento de la pérdida de un ser querido para que algo de él siguiera viviendo en otra persona. Espero que esas personas sientan el consuelo que yo sentí en la muerte de mi padre cuando sus córneas sirvieron para que otro desconocido viera, por mi parte voy a hacer lo mismo, ya que nada podrían hacer los especialistas de no contar con donantes.
Segundo, que además de mejorado sustancialmente en mi salud, creo apreciar más la pluralidad de las personas y los esfuerzos para mejorar la sociedad. Intentaré que perdure.
Creo que no debo hablar más de mí, sino de los diversos compañeros en las mismas circunstancias. Con quienes he convivido. Durante las tres semanas de internamiento y las visitas de control anteriores y posteriores he estado con recién trasplantados, de hace meses, de hace muchos años, ancianos, maduros, jóvenes... He podido comprobar que el agradecimiento y la alta valoración que he tratado de expresar era prácticamente general.
El llanto ocasional de muchos no era principalmente por la muerte siempre presente o posible, el miedo o el sufrimiento, sino por la emoción y el agradecimiento de sentirnos rodeados de una atención que raramente se obtiene en la sociedad.
A efectos mucho más prácticos, he de hacer notar que la mayoría de nosotros -personas sencillas -de vivir en Estados Unidos u otras sociedades opulentas y supuestamente envidiables según muchos medios, simplemente habríamos muerto; y no por falta de especialización médica, desde luego, sino por los costes astronómicos de este tratamiento- y de tantos otros que se dan en los hospitales del Estado- inasumibles para una economía media, que corren a cargo de la Seguridad Social y gracias a la equidad en la distribución de los órganos donados garantizada por el Estado según Ley de 1979.
Sepamos y valoremos lo que tenemos. Mejoremos la organización, insuficiencia de medios, espacio, personal y, en definitiva, la financiación de la Sanidad y la increíble precariedad de algunos de sus empleos, incluso de los más relevantes.
Quizá reduciendo el abuso del Presupuesto de los distintos niveles gubernativos en autopropaganda, fastos y nombramiento de altos cargos entre fieles y no permitiendo que la codicia privada meta sus manos en el dinero público como ocurre hace años en la Comunidad de Madrid.
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