Rajoy, Rato y "los ardorosos"
Cuando se siente acosado, Federico Trillo se inspira en la tragedia más política de Shakespeare, Coriolano, quien antes de partir al exilio ataca a sus opositores en el foro romano:
- ¡Vosotros, vulgar jauría de perros, cuyo aliento detesto tanto como las miasmas de las ciénagas pútridas, y cuyo cariño aprecio en tanto como cadáveres de hombre sin sepultar, que me corrompen el aire! Os destierro yo, quedaos aquí en vuestra inseguridad...
Pero cuando se sienta a escribir sobre sus amigos -incluso aquellos miembros del equipo que "cedemos temporalmente a un equipo internacional", en alusión a Rodrigo Rato, director gerente del FMI-, el ex ministro de Defensa narra hechos de interés, los mismos que él mismo reduce a cero en su presentación. Sí, cómo no, la guerra de Irak. ¿Qué guerra? España, dice, no entró en guerra con Irak. Bush admite que se equivocó con las armas prohibidas. Blair, tres cuartos de lo mismo. Pero Aznar, Rajoy y Rato, no.
El capítulo quinto del libro se llama Afganistán, pero el capítulo undécimo, que trata de la guerra de Irak, se titula, en cambio, La tempestad. Gajes del oficio.
Es el domingo 2 de marzo de 2003. Se reúne el gabinete de crisis. Trillo enumera el turno de cada ministro. "Comenzaba por Rajoy, seguía por Palacio y daba la vuelta entera hasta terminar en Rato. ¡Ni a propósito! Esto permitía a Rajoy empezar a su manera, es decir, formulando preguntas a la gallega y concluir por Rato, tras haber escuchado el parecer de todos".
Desde el primer día, asegura, se apuntan tres posiciones. "Los más ardorosos", o "el entorno de La Moncloa". ¿Qué quieren? "La bandera de España tiene que entrar en Bagdad entre los vencedores". En el otro extremo, "es decir, no partidarios de participar en forma alguna, Rato, Montoro y, en ocasiones Dezcallar". ¿Y Trillo? "Palacio y yo informábamos y Acebes se sumaba a nuestras posiciones. Concluía Aznar, naturalmente". Trillo ratifica: "Rato era el miembro más opuesto a cualquier participación militar española".
Trillo no dice por qué. Pero se sabe. Según Rato, la política de Aznar sería desastrosa electoralmente para el PP, ya que el pueblo español rechazaba la política impuesta. Pero Aznar ganó la batalla estratégica el 25 de mayo de 2003 cuando aún perdiendo logró defender más que honorablemente el caudal electoral del PP en las elecciones autonómicas y municipales. Rato fue leal a Aznar, según recordó ayer Trillo. A partir de esa fecha, Aznar fue poco menos que Napoleón, el único generalísimo del PP.
En su libro, Trillo viene a decir que Irak le costó la candidatura a Rato. Ayer matizó y dijo que había más cosas. La cabeza de Rato rodó mucho antes de Irak. Hay testigos cualificados de ello porque vieron con sus propios ojos el progresivo ascenso de Rajoy a expensas de Rato. La fortaleza y la presunta vulnerabilidad de Rato eran dos caras de la misma moneda que Aznar desechó con su dedazo.
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