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Columna
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Zaplana

Miquel Alberola

No ha sido esta una buena semana para Eduardo Zaplana, pese a sus airosos rapapolvos apocalípticos con su habitual guiño a la cámara (el párpado a media asta y el belfo precipitado). Primero lo cazó el fotógrafo Carles Francesc vestido de civil mientras acometía un plácido paseo asistido por su chambelán, un escolta y una diputada muy adicta, a la misma hora en que su partido celebraba un acto en el que ponía toda la carne en el asador y trataba de hacer piña. En su fulgurante vida política era la primera vez que se mostraba molesto por ser fotografiado, precisamente un tipo como él, bronceado a fogonazos de flash. Era el colmo, le voceó al fotógrafo, que se tomara su imagen sin su consentimiento y en su vida privada. Lo repitió varias veces y lo propio hizo la diputada. No está claro qué vida privada estaba tratando de preservar del ojo público (¿su chambelán, su escolta, su diputada?), pero esa fotografía ha sido muy celebrada en clave interna por muchos de sus compañeros de partido, algunos de ellos altos cargos de la Administración valenciana. Tras la profanación de su vida privada vino la denuncia presentada por la fiscalía del Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana contra Terra Mítica por un presunto fraude de facturas falsas, en los días gloriosos en que su ex cuñado fue director de contratación del parque temático. Sobre "la piedra central del proyecto ideado por Zaplana para impulsar la riqueza en la Comunidad Valenciana", como la definió el presidente de las Cortes Valencianas, Julio de España, se levantaba otra apestosa alcantarilla. Y su hedor se añadía a la secuencia ininterrumpida de pérdidas económicas y los distintos estudios de las entidades financieras que alertan de la inviabilidad de este proyecto en el que el ex presidente de la Generalitat puso todo su empeño, convirtiendo tiovivos en asunto de Estado y llevando a la Generalitat y las cajas de ahorro valencianas hasta la cresta de la sierra Cortina en Benidorm para despeñarlas. Hoy la Generalitat y las cajas tratan de quitarse el muerto de encima con la misma furia que el rastro turbio sigue a Zaplana. Con tanta fidelidad que se diría que forma parte de su vida privada. O de una de sus vidas privadas.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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