Con José Bono en los talones
La de Miguel Ángel Moratinos fue una de esas comparecencias que le hubiera gustado ofrecer... ¿a quién? Es blanco y en botella: al ministro de Defensa, José Bono. Es decir: aprovechar la historia de los aviones de la CIA para mostrar que aquí, en suelo español, el Gobierno no hace demagogia antiamericana. Que nadie quiere hacer leña de un árbol, el de la Administración de Bush, que cae día tras día. En cierto modo, Bono estuvo presente en los argumentos. Moratinos reiteró que según el Centro Nacional de Inteligencia (CNI), y los contactos de Exteriores con el Departamento de Estado norteamericano, los aviones -de la CIA, aunque el ministro evitó esa definición- que hicieron escala en Mallorca no cometieron actividades ilegales.
Problema: esos aviones, civiles, actúan de forma clandestina, encubierta. Una cosa es que no se hayan apreciado indicios delictivos -no había detenidos torturados y no se trataba de cárceles aéreas-, y otra diferente que esos aviones estuvieran relacionados con operaciones de la CIA en la guerra contra el terror. Como una escala en el camino hacia otros países para secuestrar sospechosos. Esa escala, es verdad, no es en sí misma delictiva, pero su investigación puede esclarecer algún caso.
El del ciudadano alemán Khaled El Masri, para tomar uno de lo ejemplos más relevantes de secuestros y detenciones. El informe entregado ayer por Moratinos a los diputados señala que el 22 de enero de 2004 un Boeing 737 privado procedente de Argel hizo escala en Mallorca durante un día. Sobre la identidad de la tripulación y pasaje, el documento identifica a James Richard Faring, con número de pasaporte [norteamericano] 402678113. Ese avión tenía como destino, dice el documento, Skopje, en Macedonia. Junto a Faring iban otros 12 tripulantes. Todos, según un informe de la Guardia Civil, con pasaportes diplomáticos de Estados Unidos.
La Fiscalía de Múnich ha investigado, precisamente, ese avión. Es el que El Masri ha reconocido como el aparato en el que le trasladaron de Skopje a Kabul, Afganistán, donde permaneció detenido y torturado durante varios meses antes de ser dejado en libertad.
"La investigación sigue abierta en Múnich, pero no tenemos detalles. Mi cliente ha reconocido el avión, el hotel al que le llevaron y hasta a los camareros. No podemos comentar más porque estamos preparando nuestra propia acción legal. Los datos que nos llegan desde España y otros países son muy relevantes para nosotros", explicó a EL PAÍS desde Ulm, una ciudad próxima a Múnich, Manfred Gnjidic, abogado de El Masri, en una conversación telefónica.
La gran sorpresa de la comparecencia de ayer fue la intervención del portavoz del Partido Popular, Gustavo de Arístegui. Según dijo, el que "España sea aliado de EE UU no es óbice para que se le digan las cosas con claridad". Exhortó a "aclarar sospechas sobre violaciones de derechos humanos o el Estado de derecho que restan eficacia a la lucha contra el terrorismo".
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