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Crítica:ESTRENO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Escalón matrimonial

Javier Ocaña

Los filmes sobre treintañeros que reflexionan sobre la, en ocasiones costosa, subida del escalón matrimonial son habituales en todas las cinematografías del mundo. Casi cada año se pueden rescatar un buen puñado de ellos y, de hecho, sólo en este último mes en las salas de España, ya se han estrenado el italiano Comprométete y, hoy, el francés El mejor día de mi vida, comedia dirigida por Julie Lipinski, que sólo redime en su última media hora algunos de los males acumulados a lo largo del resto del metraje.

En los dos primeros tercios, los lugares comunes se amontonan no sólo por su cantidad sino también porque Lipinski parece incapaz de otorgar a sus situaciones la menor personalidad propia: siempre es la chica la que termina convenciendo al chico de la necesidad del paso por el altar; como de costumbre, hay una boda anterior a la de los protagonistas en la que el ramo de la novia vuela hacia un grupo de mujeres en edad de merecer y la chica comienza a hacerse la remolona para terminar luchando a codo partido por hacerse con el premio. Se incluyen decisiones típicas como la elección de la separación de bienes o los gananciales, la boda íntima o el sometimiento a la invitación de todo familiar y amigo, hasta el más besugo...

EL MEJOR DÍA DE MI VIDA

Dirección: Julie Lipinski. Intérpretes: Helène de Fougerolles, Jonathan Zaccaï, François Berléand, Marisa Berenson. Género: comedia. Francia, 2004. Duración: 104 minutos.

Más información
Julie Lipinski dedica su primer filme a las relaciones amorosas

Sin embargo, en la narración del último tópico-realidad, la inevitable despedida de soltero, es donde la directora y sus guionistas sacan a relucir, al mismo tiempo, una singular amargura y un cómico atrevimiento para la desmesura. Además, los creadores terminan siendo muy consecuentes con el carácter de sus personajes y no les dan barniz en el último momento para forzar un falso final feliz, lo que acaba dejando un mejor sabor de boca en el espectador. La gente es imperfecta por naturaleza y así seguirá siendo, en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte los separe.

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.

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