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PERDONEN QUE NO ME LEVANTE | COLUMNISTAS
Columna
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Una cuestión cervical

Por decirlo clásicamente, qué tiempos tan interesantes nos ha tocado vivir, sobre todo a Moratinos. Desde que se me cayó la Unión Soviética entre dos domingos, nunca el futuro inminente me había resultado tan impredecible. Hasta el extremo de que ignoro si, en menos de dos semanas, puede ocurrir el milagro de que Dios abandone a quienes dicen tenerle a su lado y Bush Jr. vuelva a darse a la bebida, así como que el mentecato con chaleco que manda en Irán sufra el ataque preventivo de sus propias axilas y se asfixie. Dicho sea de paso, uno de mis sueños predilectos sería que encontraran al actual (supongo) presidente de EE UU en la calle 42 esquina a Broadway dándole al vodka en compañía de un marinero islandés y, a ser posible, morreándole (pedazo de exclusiva). Con el del chaleco, se lo pasaría directamente a la gran Lorena Bobbitt (véase entrada en Wikipedia, por Bobbitt o por Penes).

Como les iba comentando, a estas bajuras una ya no sabe con quién indignarse o comprometerse a priori, pero lo que sí puedo comunicarles es que mi devoción hacia Corea ha aumentado en grado sumo. ¿Cuál de las dos Coreas?, se preguntarán. Las dos, por si acaso. Cuando una se queda hecha un siete cantando bajo la ducha, por obra y gracia del estado de sus cervicales, y cuando una es remitida como un fardo a un tal Dr. X…ng, experto en el humano esqueleto, una no se detiene en tonterías como las fronteras o el poderío nuclear. Una se entrega, tanto al Norte como al Sur, al Este y al Oeste. No hay nadie más complaciente que una mujer madura. O sí: una mujer madura a punto de pudrirse.

De modo que entré en el Gabinete del Dr. X…ng con el aire de un Quasimodo, y él, con típica amabilidad oriental, me orientó:

-¡Cabeza abajo! ¡Boca en agujero! -rugió.

Y de un guantazo perforó la sábana de papel coloca-da sobre la camilla, iluminándome para hallar el orificio por do respirar. Qué alivio cuando descubrí que, en efecto, seguía viva. Créanme, el dolor no da la felicidad, pero ayuda a comprobar que una continúa en este asunto.

-¡Junta piernas! ¡Mira izquierda! ¡Dame brazo!

Nunca me ha gustado obedecer a los hombres, pero ahí sentí compasión por mi interlocutor válido (yo estaba en bragas y sostén, lo cual le dejaba en clara posición de inferioridad), y me apliqué a colaborar con él. Treinta segundos después, convertida en nudo gordiano y temiendo que el otro se pusiera Alejandro Magno, contuve el llanto y esperé el siguiente paso del procedimiento. Esta vez, el Dr. X…ng adelantó un diagnóstico:

-¡No culpa cervicales! ¡Cervicales, consecuencia! ¡Culpa columna desviada en derecha! ¡Un centímetro y medio, caída en derecha! -rugió.

Me aplicó un certero rodillazo (le era difícil fallar) en la zona lumbar aludida y previamente humillada. Luego me pidió, gentilmente, que me sentara en la camilla (sobre la cual apenas quedaban andrajos de la sábana de papel: víctima colateral), y entre un mira para allá, un déjate caer y unos crujidos, mis vértebras superiores mejoraron y abandoné la postura de lámpara-flexo.

El Dr. X…ng sonrió:

-¿Mejor? ¿Mejor o no mejor?

Con el corazón en su sitio: ¿alguien de ustedes se habría atrevido a replicarle que ahora me dolía todo? No podía, él tal vez lo achacaría al viejo tema candente de las dos Coreas, que pendía como una redundancia de Damocles sobre nuestras cabezas.

Mi doctor y yo quedamos para vernos dos veces por semana. Es lo bueno de los hombres a sueldo.

En cuanto a mí, desde que soy mayor-mayor, cada día dedico más tiempo a, simplemente, mantenerme en pie. Querrán que, encima, escriba.

Lo que me convendría ahora, ya que mis ejercicios de desenrosque me conectan con la flor y nata internacional (estoy a punto de ser presentada al Hombre que Mejoró a Camilla Parker-Bowles), es un empleo sencillo, algo relacionado con la fascinante esfera de la diplomacia. Mis modales no son tan buenos, sin duda, como los del señor Moratinos, pero mi disposición es única. En especial si el Dr. X…ng fracasa, y mis cervicales regresan a su posición de Póngame a los Pies de Su Señora.

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