_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El verdugo

Manuel Rivas

El cambio democrático en Galicia, gracias a las elecciones del mes de junio, nos ha evitado la vergüenza de un presidente enalteciendo la dictadura, treinta años después de la muerte del dictador. Y tal vez el espectáculo, increíble, pero no improbable, a la vista de las citas y los derroteros, de ver a Manuel Fraga entregando una medalla Castelao a Pío Moa, ex ideólogo de un grupo armado maoísta y actual revisor de la carrocería histórica del franquismo. En la larga distancia, incluso la nostalgia de lo terrible adquiere un aire cómico. En un reciente libro de memorias, el cineasta Berlanga recordaba que la censura, sorprendentemente, no puso demasiados reparos a la película El verdugo, tan natural resultaba el oficio en el paisaje de la época. La única exigencia de la censura fue que no se oyeran los ruidos de las herramientas de matar, pues resultaban algo desagradables al oído. Fue el premio en Venecia, lo que espabiló la atención hacia el extraordinario filme con guión de Azcona. Además, algunos críticos extranjeros habían encontrado un biselado parecido fisonómico entre Amadeo, el verdugo interpretado por Pepe Isbert, y Franco. ¡Pobre y genial Isbert! Parte de la edulcoración del franquismo consiste en intentar eliminar de la banda sonora los desagradables sonidos de las herramientas de matar. De ahí la insistencia en caracterizar la dictadura como un flemático "autoritarismo", diferente del ruidoso y brutal "fascismo". Pero no es necesaria la historia crítica para desmontar ese hurto. El franquismo tuvo un carácter sincrético. Es decir, fue fascista, nazi, absolutista y autárquico, integrista y antisemita, embutido en populismo reaccionario y fundamentalismo religioso, y hasta imperialista si le hubiesen dejado. Aznar podría encontrar en la Fundación Franco el diseño perfecto del Mal que tanto anda buscando para combatir. Ese ser mutante no se consideró nunca transitorio ni jamás tuvo la pretensión de adquirir una naturaleza democrática. Los jerarcas apelaban siempre al "mandato vitalicio del caudillo Franco". Lo más fácil para definir al franquismo es oír su verdadera banda sonora. Según la propaganda, el dictador estaba dotado de "una broncínea voz con diamantinos armónicos". Cómico y terrible. Así suenan, aunque parezca mentira, las herramientas de matar.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_