Manuel Vicent rastrea en los olores de su memoria
El escritor se enfrenta en 'Verás el cielo abierto' a sus fantasmas y les planta cara
El miedo huele a hierro oxidado y húmedo, a sala de máquinas de un buque y a las tuberías de una fábrica. Un miedo al que se ha tenido que enfrentar Manuel Vicent (Castellón, 1936) para escribir Verás el cielo abierto (Alfaguara), un relato en el que el escritor descubre los fantasmas que le han perseguido a lo largo de su existencia, los amores y desamores, y la profunda intensidad de los olores.
El libro, tal y como confiesa el escritor, es consecuencia de la edad y de sus sesiones de psicoanálisis. "Desde hace dos años acudo al psicoanalista y uno de los días en los que estaba tumbado me puse a mirar un gato negro que tiene en la consulta y pensé que lo que estaba diciendo podía formar parte del capítulo de una novela. Cuando uno escudriña en su memoria y escribe sobre sus recuerdos puede llegar a convertirlos en ficción. Eso es Verás el cielo abierto".
Los olores persiguen al escritor a lo largo de su vida y en el relato se entremezclan con los sentimientos porque ha tratado de oírse a sí mismo. Rememora momentos felices de la infancia y la adolescencia y trata de dulcificar los más duros. "El paso del tiempo consigue dorar hasta el franquismo. Dora los amores perdidos aunque hayan sido vulgares. Cuando uno recuerda, piensa en las oportunidades que se pierden y cómo volvería a cometer errores, aunque creo que sería de otra manera. La imposibilidad de alcanzar un amor hace que se sienta con más fuerza. Se ama lo que no se conoce, y cuanto menos conoces a una mujer más la quieres". En el texto recuerda la belleza inalcanzable de Amparo Ranch, el amor imposible y la historia de amor con María Pilar, la mujer con la que acabó casándose.
Habla de su relación con la literatura y con aquellos escritores de los que admiraba ante todo su estética. "De Pío Baroja me entusiasmaba su figura más que su propia literatura, y su carácter fronterizo. De Camus me volvía loco su trinchera y su cigarrillo en la comisura de los labios, y de Sartre, su pipa".
La comida y sus mil maneras de componer un plato rondan con constancia en la vida del escritor. "Cuando lees y escuchas música todo se ensambla hasta formar un conjunto. Eso mismo ocurre con la comida y la vida de cada uno de nosotros. De mi niñez recuerdo a mi abuela en la cocina, y los sabores y olores me acompañan de la forma más inconsciente".
En Verás el cielo abierto rememora su vinculación con la religión y su crisis de fe: "Logré zafarme del ambiente envolvente y oprimido que existía en mi familia con el tema religioso. Tuve una profunda crisis a los 13 años y es algo que no es fácil de resolver. La religión deja de serlo cuando se convierte en iglesia. Para mí Dios es un amanecer; la sonrisa de un niño, una buena comida con unos amigos o el amor de una mujer". También escribe sobre la relación con su padre y de cómo le marcó a lo largo de su vida: "Tuvo que pasar mucho tiempo hasta que me di cuenta del poder que ejercía sobre mí. Era un hombre muy guapo y su figura me ha influido muchísimo. Era el símbolo de la autoridad, la honradez y la moral. Al final logré reconciliarme con él".
Verás el cielo abierto lo presentarán el próximo martes en la Residencia de Estudiantes de Madrid la periodista Concha García Campoy y la actriz Leonor Watling. Mientras tanto, Manuel Vicent continuará asistiendo a sus sesiones de psicoanálisis, "sin angustia y como un ejercicio de humildad".
Babelia
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