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Reportaje:

Piedras contra el techo de cristal

La Unia organiza un seminario acerca de las barreras que encuentran las mujeres que trabajan en ciencia y tecnología

"Las jóvenes científicas tienen que abrir los ojos y ser conscientes de que el sistema de contratación actual responde más a una cooptación que a la meritocracia", Este es uno de los mensajes que lanzó ayer Catalina Lara, profesora titular de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de Sevilla, poco antes de su intervención en el seminario Ciencia, Tecnología y Género, organizado por la Universidad Internacional de Andalucía (Unia). "Esta es una idea que muchas mujeres no tienen mientras se encuentran estudiando en la facultad, o realizando cursos en universidades extranjeras. Pero tras leer sus tesis doctorales, la cosa cambia. Entonces, apostar por un puesto, por ejemplo en la universidad, se complica".

Catalina Lara es la directora del seminario. "Nuestro objetivo es dar a conocer las barreras que las mujeres tienen en el mundo de la investigación científica y tecnológica", afirmaba la profesora. Unas trabas en el camino que, como ella recordaba, ya han sido reflejadas en informes de la Unión Europea, del Ministerio de Educación y Ciencia, o de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (Fecyt). "Para el gran público, esas barreras no son conocidas. Ni siquiera para las propias estudiantes, que siguen creyendo que los problemas de discriminación sexual son historias del pasado", señalaba ayer Catalina Lara. "Por eso, en este seminario queremos dar a conocer el fenómeno y analizar las causas sociales y culturales del mismo; así como proponer posibles soluciones a los organismos y Administraciones competentes", continuó.

La discriminación es un fenómeno muy poco explícito, sutil y disimulado; a veces, casi invisible. Pero existe. ¿Y cómo se manifiesta? "En el caso de las universidades, se percibe cuando la mujer quiere superar el nivel de la tesis doctoral", señaló Lara. Es entonces cuando la estructura preferentemente machista de los centros educativos superiores puede aliarse en contra de la promoción académica femenina. "El fenómeno puede observarse perfectamente con la gráfica de la tijera", señaló la profesora. "Durante la carrera, hay algo más de la mitad de mujeres que de hombres en las Universidades. Esa constante se mantiene entre los alumnos que inician los estudios de doctorado. Pero justo en ese proceso, las líneas empiezan a invertirse y, mientras que el número de mujeres inician un lento descenso; la cifra de hombres sube. Así hasta el momento de la lectura de la tesis doctoral. Entonces, el número de hombres ya es mayor que el de mujeres. Ya se han cruzado las dos líneas". Y el esqueleto de la tijera comienza a formarse. "Las diferencias entre hombres y mujeres se van acentuando cada vez más, a medida que repasamos los profesores asociados de universidad, los profesores titulares y los catedráticos", dijo. "En Andalucía, las mujeres catedráticas son el 12% y el 15% en España", afirmó.

En el caso de las empresas privadas, las barreras están en el acceso. "En un reciente estudio realizado a empresas de más de 250 trabajadores (o si eran más pequeñas, al menos cotizaban en bolsa) se descubrió que, en caso de ser ellas quienes contrataban a su personal, el resultado era casi paritario entre hombres y mujeres", dijo Lara. Pero, cuando las encargadas de conseguir personal son empresas contratadoras, "la elección es mayoritariamente masculina, hasta alcanzar un 80%".

La preferencia de personal masculino responde a una serie de prejuicios que Lara se encargó de desmontar. "En la conferencia ofrecida el martes por Carmen Vela, presidenta de Ingenasa [empresa privada dedicada a la investigación científica], explicó que en ésta, el 70% de los trabajadores son mujeres. Y a pesar de que siempre hay dos o tres embarazadas, se gana dinero", señaló divertida.

La intervención en el congreso de Catalina Lara se centró en la figura de Rosalind Franklin (1920-1958), una de las madres del descubrimiento del ADN en 1953, que fue ninguneada por sus compañeros -todos hombres-, que finalmente lograron el premio Nobel. "Fue una víctima del patriarcalismo de la universidad".

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