Naciones y lenguaje
No soy nacionalista, ni español ni vasco. Soy un ciudadano censado en Bilbao. Por lo tanto, con derechos y deberes políticos y administrativos con la siguiente dimensión: Bilbao, Bizkaia, Euskadi, España, Europa. Es realmente estupendo. Ya he conseguido no sentirme nada más que José Luis, que es más que bastante y aún estoy aprendiendo y madurando a mis años. Pero se empeñan en que tengo que ser algo más. Los unos y los otros. Debo ser peligrosísimo por no adjetivarme algo, ni emocionarme o conmoverme con la sóla mención de la patria. Tengo para mí que, como dijo Azaña de las religiones, los nacionalismos son psicosis colectivas. Pero sobre todo son, en el mejor de los casos, unos pesados que sólo quieren que se hable de derechos para las piedras y no para los ciudadanos; y cada uno nos quiere imponer a su novia como la más guapa.
Pero, aun estando de acuerdo con que el lenguaje construye realidades, ¿por qué tanto problema con la palabra nación? ¿Alguien sabe decirme cuáles son las diferencias en derecho político entre nación y nacionalidad? Sólo una y no de derecho, sino coyuntural: el momento histórico en que se necesitó crear y se pactó una palabra soportable por la mayoría. Hay que hablar de competencias de cada ámbito territorial y garantizar igualdad de derechos y obligaciones para cada ciudadano empadronado donde libremente elija.
Se rasgan las vestiduras por la palabra nación, pero no por la palabra País (Vasco), Reino (de Navarra, de Valencia). Pero sí se las rasgarían por la palabra República (de Navarra, etc.). En fín, de locos.
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