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Críticas al Gobierno holandés por el trato a los inmigrantes

Los abogados de las víctimas del incendio de Amsterdan denuncian las condiciones de vida

Isabel Ferrer

El trato recibido por los inmigrantes que sobrevivieron al incendio registrado el pasado 27 de octubre en el centro de detención del aeropuerto de Amsterdam-Schiphol, en el que perecieron 11 personas, ha enfrentado al Gobierno con el Parlamento y con las asociaciones humanitarias. Las causas del fuego están siendo investigadas. No se descarta que fuera provocado por alguno de los 43 detenidos repartidos en 24 celdas dobles, en un recinto abierto en 2002 y con capacidad para 400 internos.

El cuidado recibido por los que escaparon a las llamas -están casi hambrientos, según sus abogados; bien instalados en otras cárceles, según el Ejecutivo- ha derribado uno de los últimos tabúes sobre la situación de los sin papeles en Holanda.

A la cabeza de los criticados se encuentra la ministra de Inmigración, la liberal Rita Verdonk. Poco después del siniestro, ella visitó junto con su colega de Justicia, el democristiano Piet Hein Donner, el recinto donde se produjo el incendio. Al salir declaró que la reacción de los guardianes durante el siniestro había sido "adecuada", un adjetivo cuando menos ambiguo teniendo en cuenta que la noche anterior 11 personas habían muerto asfixiadas en sus celdas.

Eran 11 inmigrantes irregulares pendientes de repatriación originarios de Turquía, Ucrania, Bulgaria, Surinam, Libia, República Dominicana, Georgia y Rumania. Tal y como han denunciado luego sus letrados, su seguridad y protección hasta la marcha dependían de los propios políticos que efectuaban esas declaraciones.

Luego las cosas se complicaron. Los supervivientes (unos 250 se encontraban junto al complejo quemado) fueron trasladados a otras cárceles holandesas. Según las dos asociaciones de refugiados que conocían sus expedientes, Prime y Vluchtelingen Werk (Ayuda a los Refugiados), no recibieron ayuda psicológica en los días posteriores al incendio.

Llamar por teléfono a sus representantes o familias fue asimismo complicado ya que disponían de una tarjeta de cinco euros para la semana. Y lo que resultó más chocante, comían una sola vez al día y el pan debía alcanzarles hasta la noche. El recreo consistía en media hora al aire libre, que era descontada si se aprovechaba para telefonear. El que no salía, permanecía encerrado.

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También recibieron una nota donde se les notificaba que tenían prohibida la entrada a Holanda. "En algunos casos, los trámites judiciales de la repatriación no habían concluido. Es un escándalo. Algo impensable aquí. Son solicitantes de asilo, no criminales, y el Gobierno dice que los ha tratado con esmero", lamentó Eduard Nazarski, director de Vluchtelingen Werk, tras visitar la cárcel flotante del puerto de Rotterdam, adonde fueron a parar varios de los antiguos inquilinos del centro de Schiphol.

"Celdas de observación"

Requeridos por el Parlamento para que explicaran lo ocurrido, los ministros Verdonk y Donner repitieron que el trato dado a los supervivientes había sido cuidadoso. Nadie, aseguró la responsable de Inmigración, estuvo en una celda de aislamiento, como decían los servicios de refugiados. "Algunos ocuparon celdas de observación para controlar sus reacciones", puntualizó.

Donner se distanció de la expresión "trato adecuado" repetida por Verdonk ante los diputados, pero abundó en la idea de que no había habido negligencia oficial. Si bien las diligencias de la fiscalía sobre el siniestro han concluido, la investigación independiente sigue su curso. Por cierto que su responsable, Pieter van Vollenhoven, cuñado de la reina Beatriz, tuvo que recordarle a la ministra que no podía expulsar aún a los inmigrantes.

Sus expertos necesitaban al menos una semana más para entrevistarles. El pasado viernes, Rita Verdonk había dicho que los primeros 50 sin papeles del aeropuerto estaban listos para marchar. Una premura que azuzó la presencia de carteles insultantes en su contra en varias ciudades holandesas. Algo inédito en el país.

Los carteles hacían alusión a la supuesta dureza con que la política aplicaba las normas de su departamento, y en sus leyendas apareció uno de los sarcasmos más insultantes que puede sonar en la sociedad holandesa, y que recuerda la frase que muchos civiles alemanes pronunciaron concluida la II Guerra Mundial, cuando el horror del Holocausto era innegable. "No sabía nada", dijeron entonces, y eso mismo le han aplicado ahora a la ministra Verdonk por sus neutras declaraciones sobre la situación de los inmigrantes irregulares. Holanda fue invadida por las tropas nazis en 1940.

Decenas de presos en el centro de detención del aeropuerto de Amsterdam-Schiphol la noche del 27 de octubre.
Decenas de presos en el centro de detención del aeropuerto de Amsterdam-Schiphol la noche del 27 de octubre.REUTERS

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