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Millares de personas entusiasmadas hacen suya la nueva biblioteca de Lesseps

La aglomeración y la admiración por las instalaciones marcan la inauguración

Jacinto Antón

En un día lluvioso como aquel en que fue inaugurada su hermana mayor, la nueva Biblioteca de Alejandría, abrió ayer sus puertas en medio del entusiasmo popular la Biblioteca Jaume Fuster, de la plaza de Lesseps de Barcelona. También aquí el fantasma de Borges, que pulula por todas las bibliotecas, acudió a la cita: en la pantalla de uno de los ordenadores con acceso gratuito a Internet de la gran sala de lectura alguien había bajado una página sobre el escritor y desde ésta una foto del autor de El Aleph parecía mirar con ciego asombro a la muchedumbre festiva que desbordaba las instalaciones (3.100 personas, según el Ayuntamiento), dejando pequeños los 5.636 metros cuadrados de superficie útil del lugar. Las frases de El poema de les dones -"ciudad de los libros", "biblioteca de los sueños"- parecían flotar sobre la felicidad de los visitantes.

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Esa felicidad era mucha y se expresaba de muy diversas maneras. En los niños, abiertamente: uno de los primeros usuarios fue un pequeño, quizá de cinco o seis años, que tomó El gat d'en Toni de un estante (bajo) y se hizo un sitio en la zona de lectura infantil, como quien está en casa. Numerosas familias se habían instalado en ese área incluso con criaturas en cochecitos. En los mayores -mucha gente de la tercera edad acudió a la inauguración- la emoción por la nueva biblioteca se revestía de una seriedad asombrada en la que latía un profundo orgullo. "Esto es nuestro", se oía en los corrillos, entre exclamaciones de "qué bonito" y "qué moderno". Muchas de esas personas de más edad fueron de las primeras en entrar (mojados: se proporcionó una bolsa de plástico para los paraguas), y bastantes de ellas se contaban entre las que aguardaban en la calle tres cuartos de hora antes de la apertura de puertas (a las once).

Muchas bibliotecas en una

"¿Dónde está el sitio para jugar a las cartas?", fue lo primero que preguntó un señor con aspecto de haber luchado en la sierra de Pàndols. Y es que, volviendo a Borges, pero parafraseando también a Ferran Mascarell, el concejal de Cultura, que ayer no pudo estar en la inauguración a causa de la muerte de su padre, la biblioteca es muchas bibliotecas. Puedes leer un libro o una revista, escuchar un CD, o trabajar en el espacio multimedia que permite incluso realizar una videoconferencia. Pero también puedes perderte en los innumerables rincones o simplemente sentarte en mullidos sofás y observar la evolución de la plaza de Lesseps -lenta- y de la vida a través de los enormes ventanales. "Que quieres coger un libro, lo coges, que no, no", sintetizaba una señora a su amiga, Manola.

Entre los visitantes, jóvenes vecinos que eran niños cuando se cerró hace cinco años, en medio de la protesta popular la pequeña biblioteca de La Caixa de la calle de Verdi. Ayer, por fin, Berta pudo tirar el viejo carnet que conservaba como un talismán.

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Las estanterías, a medio llenar (cabrán 80.000 libros), ofrecían ya un amplio abanico de posibilidades. Thomas Mann junto a Manfredi y Marai, El puerto de los aromas (último premio de los libreros), fantasía épica, títulos de la Sonrisa Vertical, comics, Bucay, el Corán, Las gestas de los romanos de Florus o una guía de los cefalópodos. Una ancianita tomó discretamente Hacia un nuevo hedonismo femenino y un joven desplegó un mapa de la India (la biblioteca está especialmente consagrada a los viajes y exploraciones -¡viva!-). Mientras, una señora confesaba azorada en uno de los puntos de información que no sabía de dónde había cogido el diccionario de plantas, para devolverlo.

También hay filmes (Harry Potter, Freaks, En construcción) y música (de Juanes a Paganini, pasando por Fateh Alí Khan).

La gran afluencia de público -la churrería de Lesseps hizo su agosto- obligó en algunos momentos a cerrar el acceso. En las escaleras interiores la aglomeración era tal que apenas se avanzaba y uno tenía que pellizcarse para creer que estaba en una biblioteca. Entre la muchedumbre se encontraba el padre del edificio Josep Llinàs, en cuyo rostro uno trataba de detectar algo que traicionara su natural modestia, visto el éxito, sin conseguirlo. "Es sorprendente tanta gente", decía, "pero claro, la biblioteca llevaba tres años en construcción, y está en un lugar muy visible".

Un grupo de actrices recitaba poemas al oído de los visitantes. Imma Colomer decía versos de Lluís Solà sobre "els miralls de l'aigua" mientras, afuera, los charcos multiplicabn la imagen caleidoscópica de la biblioteca .

La visita del alcalde Joan Clos, al que recibió una pitada de los manifestantes que se congregaron en el exterior para protestar contra la narcosala de Vall d'Hebron (dentro se le aplaudió), provocó aún más estrecheces. En el Auditorio de la Biblioteca, en el que una música new age, un juego de luces lisérgico y un documental sobre las gambas habían inducido un estado casi de trance entre el público que aguardaba el acto de inauguración, el alcalde cedió la palabra a Maria Antonia Oliver, viuda de Jaume Fuster. "Jaume estaría muy contento de ver su nombre en una biblioteca tan espléndida. Es un honor para la ciudad que ésta honre a sus escritores así". A continuación, Clos agradeció a la generación de escritores entre los que mencionó a Fuster, Montserrat Roig y Manuel Vázquez Montalbán haber alzado su voz crítica y su compromiso en momentos difíciles y haber ayudado a atravesarlos. "Los echamos de menos a todos ellos", dijo. Destacó el esfuerzo que se hace en las bibliotecas y el que 300.000 barceloneses tengan ya carnet. "Si en la década de 1980 fueron los centros cívicos, ahora el equipamiento por excelencia es la biblioteca, donde la gente puede reunirse en torno a la cultura". Situó la nueva biblioteca en el "ataque" por arriba y por abajo a la plaza Lesseps para reordenarla, no quiso dar un plazo de finalización del conjunto de las obras y acabó animando a la gente a disfrutar de la nueva instalación como un "monumento a la convivencia".

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Sobre la firma

Jacinto Antón
Redactor de Cultura, colabora con la Cadena Ser y es autor de dos libros que reúnen sus crónicas. Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona y en Interpretación por el Institut del Teatre, trabajó en el Teatre Lliure. Primer Premio Nacional de Periodismo Cultural, protagonizó la serie de documentales de TVE 'El reportero de la historia'.

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