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REVUELTA URBANA EN FRANCIA

Los disturbios en Francia benefician a la derecha

Los sondeos muestran que los franceses confían en Nicolas Sarkozy para superar la crisis

La rebelión de las banlieues en Francia ha entrado en su tercera semana con el nivel de violencia en situación estacionaria. La noche del viernes al sábado hubo incluso un ligero repunte; 502 vehículos incendiados, frente a los 463 de la jornada anterior, y 206 detenidos, lo que lleva el total a 2.440 desde que el pasado 27 de octubre estallara el conflicto. El temor a que los jóvenes invadieran el centro de París de momento no se había concretado anoche, aunque la capital seguía vigilada por más de 3.000 policías y se mantenía la prohibición de concentraciones "susceptibles de provocar o generar violencia". Las encuestas reflejan que los disturbios están beneficiando a la derecha: Nicolas Sarkozy es el político en quien más confían los franceses para superar la crisis.

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El ministro del Interior, Nicolas Sarkozy, hizo ayer una aparición estelar en la avenida de los Campos Elíseos, para comprobar in situ el dispositivo, y casi desencadena una algarada. Inmediatamente se vio rodeado de periodistas y paseantes, así como grupos de jóvenes que le abuchearon y pedían su dimisión. El titular de Interior entró a su vehículo para subir hasta el Arco de Triunfo, donde se repitió una escena similar.

En Lyón sí hubo incidentes: por la tarde, medio centenar de jóvenes incendiaron contenedores de basura y lanzaron piedras contra las fuerzas del orden. Según subraya la agencia estatal France Presse, se trata de la primera ocasión en que los disturbios llegan al centro mismo de una gran ciudad.

[Los actos violentos se extendieron anoche a Grecia. En Atenas, unos desconocidos prendieron fuego a dos concesionarias y quemaron una veintena de vehículos, informa France Presse. La policía griega relacionó esta acción con la ola de violencia francesa. En Rotterdam (Holanda) se destrozaron tres coches.]

El fin de la insurrección no se vislumbra ni a medio plazo, pero el Gobierno de Dominique de Villepin parece empezar a sentirse cómodo en una situación que, mientras se mantenga por debajo del grado de ebullición, beneficia al centroderecha con vistas a las elecciones presidenciales que tendrán lugar en poco más de un año.

La encuesta de IFOP realizada el pasado jueves y que publicará hoy el Journal du dimanche, lo refleja claramente. Sarkozy es el hombre en el que más confían los franceses para controlar la situación. A la pregunta de: "¿En quién tiene usted confianza para aportar soluciones a los problemas de las banlieues?", el 53% de los encuestados responde señalando al titular de Interior. El primer ministro queda un punto por detrás y el primero de los líderes socialistas, Jack Lang, se sitúa a 10 puntos de distancia. El presidente, Jacques Chirac, llega por detrás de casi todos ellos. Sólo un 29% confía en él, poco más de quienes lo hacen en el ultraderechista Jean Marie Le Pen o el socialista Laurent Fabius, empatados ambos en un 24%.

A finales de 2001, cuando los estrategas de Chirac empezaron a preparar la campaña para su reelección, las perspectivas no eran muy prometedoras. El Gobierno del socialista Lionel Jospin sacaba bastante buena nota; un ligero repunte del crecimiento económico junto a una política de empleo medianamente eficaz había permitido reducir el paro. El primer ministro socialista transmitía confianza -también algo de tedio- incluso para el centroderecha. La imagen de Chirac, en cambio, estaba salpicada por los escándalos de cuando ocupaba la alcaldía de París y carecía de rigor y serenidad.

Los jefes de la campaña del presidente decidieron concentrarse sobre la inseguridad ciudadana y el aumento de la delincuencia. Varias cadenas de televisión empezaron a alimentar sus informativos con una permanente sucesión de crónicas de sucesos. Y la campaña para la reelección del presidente se centró casi exclusivamente en ello. Se abrió un doble frente: por un lado, erosionando al candidato socialista y por otro, despertando el voto del miedo y provocando una importante subida de la extrema derecha, hasta el punto de que Jean Marie Le Pen acabó apartando a Jospin de la segunda vuelta.

A un año de las presidenciales, con Chirac definitivamente descartado tras su "pequeño accidente vascular" -la pasividad y falta de reflejos que ha mostrado estos días es la muestra de hasta qué punto está ya fuera de juego- todo parece indicar que las elecciones volverán a jugarse en esta clave, con el añadido de que el Partido Socialista carece de un líder como en aquel momento era Jospin -ahora no lo es- y no parece en condiciones de fabricarse uno.

Desde que se inició la revuelta los socialistas han mantenido un perfil discreto, con la intención obsesiva de no aparecer como débil ante la delincuencia, el crimen y el vandalismo. Cada vez que el Gobierno toma una medida, el PS parece limitarse a cubrir el expediente con puntuales críticas.

A una semana del congreso extraordinario, el esperado momento que debía situarles en el mapa político de este curso, ha quedado reducido a un acontecimiento de segunda fila cuyo resultado ya se conoce, tras la victoria de la moción del primer secretario, François Hollande. Los jóvenes incendiarios, los hijos y nietos de los inmigrantes que piden la dimisión del ministro del Interior pueden acabar siendo la mejor arma de campaña del centroderecha.

La única pregunta que seguirá sin desvelarse hasta el último momento será la de quién de los dos líderes del neogaullismo prevalecerá: ¿el aristocrático y conspirador primer ministro, Dominique de Villepin, favorito de Chirac pero que nunca se ha presentado a unas elecciones, o el hiperactivo ministro del Interior y presidente del partido gubernamental, la Unión por un Movimiento Popular (UMP)?

La última encuesta de Paris Match sobre la popularidad de los políticos, realizada el pasado día 5, colocaba por primera vez a Villepin por delante de Sarkozy. También señalaba la recuperación del líder del Frente Nacional, Jean Marie Le Pen. Sarkozy, el hombre que con sus declaraciones provocativas encendió la violencia de los suburbios, ha pagado cara la soledad en la que le dejó el Gobierno los primeros días. Desde su entorno se dice que Villepin intenta apropiarse de la acción de Sarkozy, e incluso ir más allá.

La decisión del primer ministro de decretar el estado de Emergencia, por ejemplo, no la compartía Sarkozy, que la sabía irrelevante. De hecho, el toque de queda casi no se ha aplicado y donde lo ha sido, no ha tenido importancia.

Nicolas Sarkozy, rodeado de guardespaldas durante un paseo ayer por los Campos Elíseos para observar la situación.
Nicolas Sarkozy, rodeado de guardespaldas durante un paseo ayer por los Campos Elíseos para observar la situación.EFE

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