Concejales vascos en el centro de la diana
El edil socialista de Elorrio Adolfo García, de 70 años, que dimitió tras recibir amenazas, se aleja de la política y se refugia en el silencio
En Elorrio, el primer domingo de octubre se escuchan salvas y las calles huelen a pólvora. Es la fiesta de Errebonbilloak, un alarde militar en el que jóvenes de este municipio vizcaíno disparan sus escopetas al aire en determinados lugares fijados por la tradición. Siempre en los mismos sitios.
De unos años a esta parte, otros jóvenes embozados en la negrura de la noche han practicado su particular alarde de fuego, cócteles molotov y pintura rojigualda. Casi siempre en los mismos sitios: la oficina de Correos, sucursales bancarias, en la sede socialista..., dejando su huella de destrucción. Un día, una diana; otro, una bomba incendiaria. El pasado 31 de octubre, de madrugada, como es habitual, hicieron una parada especial en el domicilio del concejal socialista Adolfo García, de 70 años. A la mañana siguiente la pintura aún estaba fresca. La tarjeta de visita del mundo violento de ETA quedó registrada en la pared en forma de insultos: la palabra "fascista" pegada a las de "asesino" y "terrorista".
"Es una presa fácil para estas fieras: sin escolta y no se esconde", dice un concejal del PP
Dos días después, Adolfo presentó su dimisión en el Ayuntamiento. El miércoles pasado, su esposa, con una salud quebradiza, pasaba por el quirófano. Demasiadas preocupaciones. El ya ex concejal ha decidido sellar sus labios. Y, desde el silencio, esperar a que baje la marea, a que su nombre pase a ser el penúltimo de una larga lista de renuncias en los consistorios vascos debido a la presión de la ilegalizada Batasuna.
Desde que se cerraron las urnas en los últimos comicios locales (mayo de 2003), sus militantes exigen, con todos los medios a su alcance, los 458 representantes "robados" por el resto de partidos debido a la anulación de 225 candidaturas abertzales por los tribunales. Y uno de ellos era Adolfo, según la plataforma Elorrio Herri Bilgune, que sumó 1.400 votos nulos. Para ellos, que controlaron la alcaldía en el anterior mandato, Adolfo ejercía como edil "en contra de la voluntad" del pueblo y sin "ningún tipo de legitimidad política".
"Han ido contra el eslabón más débil, una presa fácil para estas fieras: no lleva escolta, vive en el pueblo, no se esconde y es el rostro del Partido Socialista en el municipio de toda la vida". Eduardo Andrés Ricoy, concejal de PP en Elorrio, no habla a la ligera. Aún tiene fresca en la memoria su toma de posesión tras la renuncia de un compañero en marzo de 2002. "Salí del Ayuntamiento escoltado por una veintena de agentes de la Brigada Móvil [unidad antidisturbios] de la Ertzaintza, mientras medio centenar me insultaba e intentaba agredirme con palos y mochilas", relata.
Las cosas se habían calmado algo, pero en el último medio año el "ambiente se ha endurecido en Elorrio". Y le ha tocado padecerlo a una "persona buena, parco en palabras, preocupado por su pueblo trabajando en las comisiones de Cultura-Deportes y de Desarrollo Rural. Alguien que por su forma de ser no estaba llamado a tener enemigos políticos", añade José Ferrera, edil de EB.
De hecho, a su edad, Adolfo García, el abuelo, como le apodan sus amigos más cercanos, debería estar ocupado en pasear a sus biznietos por las calles de su pueblo. Elorrio es un municipio turístico de 7.200 habitantes, situado en el corazón del Duranguesado. La belleza de sus palacios y casas solariegas, construidas en piedra de sillería labrada, compite con las abundantes pintadas llenas de insultos al PP, al PSOE, al PNV, de recuerdos a los etarras presos o suicidados por la "política de dispersión" del Estado. En sus calles el miedo y el sufrimiento se han hecho un sitio, aunque no aparezcan en los trípticos turísticos.
Adolfo también podría estar disfrutando de la ronda de poteo diario con su amigo Laureano Curto, que también fue edil del PSE, por el bar Guria o en la parra del Tánger. O revolviendo en la oficina del Club Deportivo de Fútbol de Elorrio, del que llegó a ser presidente.
El viernes por la mañana, José Mari, que llegó a ser en sus años mozos un buen lateral derecho, metía en la lavadora los pantalones sudados de los juveniles. "Adolfo", dice, "ha sido el alma máter de este club. Se ha desvivido por él". José Mari asiente con la cabeza cuando su interlocutor le indica: "¡Pues qué mal se lo han pagado!". "La verdad es que ha tenido mala suerte, su esposa enferma, un hijo se le quemó también. Y ahora esto. ¡A ver si le dejan tranquilo de una vez!", clama mientras mete un poco más de jabón en la lavadora.
Esta semana Adolfo García no ha ido todos los días, como acostumbra, a abrir la correspondencia en la sede socialista. Un sol radiante pega con fuerza en la puerta de acceso a la sede de Elorrio, pintarrajeada de rojo y amarillo. Mari Carmen Muñoz, la cabeza de lista del PSE en Elorrio, lejos de venirse abajo, ya se ha puesto a la tarea de sustituir a Adolfo. Y afirma que ya hay candidato. "Hemos tenido que correr la lista un par de puestos, pero, si no hay novedades, Txomin ocupará el puesto de Adolfo. Estamos con el papeleo final", dice.
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