Barcelona, ciudad insostenible

La atractiva idea de la ciudad sostenible y las considerables limitaciones en transporte público de la capital catalana me han hecho escoger como medio de transporte diario la bicicleta. Sin embargo, cada día me siento estafada al confirmar que contribuyo, de forma gratuita, a una mera campaña de mercadotecnia. Los carriles bici son insuficientes e incluso el aparcar representa una lucha y un acto de fe.

El destino del ciclista, a menudo una persona joven y descapitalizada, no interesa a esta Barcelona.

Centros cívicos como La Farinera del Clot, que se define como un equipamiento municipal de ámbito sociocultural al servicio de la ciudad, dan la espalda a sus usuarios sin atender a razones. ¿A quién debo enviar las facturas de las ruedas y los sillines robados que me toca reponer? Si cuando termina el ensayo de mi grupo de teatro en dicho centro el metro está cerrado y el autobús nocturno no llega a mi casa, ¿es tan molesto dejarnos entrar las bicicletas al edificio para evitar disgustos al salir? Vador Casas, director de La Farinera, ni siquiera responde a los correos electrónicos enviados con dicha petición, siguiendo la tendencia de esta Barcelona insostenible.

Si todos hacemos Barcelona, ¿por qué algunos tienen derecho a imponer sus decisiones sin dar paso al diálogo? Señoras y señores ciclistas, no desesperen, cuando debamos llevar máscaras anti-gás para respirar, comenzarán a escuchar nuestras peticiones.