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Reportaje:

"Aquí sólo hay oscuridad, humedad y silencio"

Seis mineros de León cumplen hoy tres días de encierro a 300 metros de profundidad para presionar al Gobierno

A 300 metros de profundidad huele a tierra mojada y a hierros oxidados. La oscuridad es absoluta. La única luz es la de la lámpara del casco. Hay poco más de 10 grados, con una humedad de un 80%. Es difícil hasta respirar. Éstas son las condiciones en las que viven desde el sábado los seis mineros encerrados en el pozo Malabá de Torre del Bierzo (León), una medida de presión más en el conflicto abierto con el Gobierno por el nuevo Plan para la Minería del Carbón 2006-2012.

En una jaula metálica, los compañeros bajan alimentos y ropa seca para los encerrados. En el exterior de la mina, familiares, amigos y compañeros hacen guardia día y noche. Los encerrados accedieron al pozo por un chamizo abandonado y desde entonces su vida transcurre en un zulo de tres metros de ancho por otros tantos de alto.

Todos tienen menos de 40 años y la mayoría lleva media vida en el pozo
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El delegado de CC OO Jaime Mayo es uno de ellos. "De momento, estamos bien, han pasado pocas horas, pero la mina es como es: muy dura hasta sólo estar en ella". "Estamos aquí porque creemos que nuestra lucha sirve para algo, por lo menos da moral", dice.

Los compañeros de Mayo son Jaime Morais, Jesús Titos, Manuel Ribeiro, Jorge Fernández y José Antonio Álvarez. Se sienten la última generación de mineros. Los seis tienen menos de 40 años, pero la mayoría ha pasado más de media vida en la oscuridad del pozo. Sus padres y sus abuelos eran mineros. Sus hijos no lo serán.

Saben que no es el mejor trabajo, pero creen que es el único en estas cuencas en el que hombres de su edad ganan dinero. Cuando se les pregunta por qué son mineros, alguno contesta: "Hay que pagar hipotecas, el coche y comer todos los días...".

Jorge Fernández, al que todos llaman Coque, tiene 27 años. Su hermano Pablo, un año menor, abandonó el trabajo en la mina hace dos y se fue a Bilbao: "Le dije que la mina no tenía futuro, y ya entonces se veía venir esto". Pablo habló ayer por el telefonillo de la sala de máquinas con su hermano. Acababa de llegar de Bilbao. "¿Qué tal estás? No sabía nada de esto, cuídate". "Hasta que salgan, lo pasamos fastidiados", comenta.

Su padre, Laureano, taxista de Torre del Bierzo, apoya a su hijo. "Es nuestro pan, el de él y el mío. Si no hay gente en el pueblo, usted me dirá qué hago, yo también vivo en cierta medida de la mina".

Muchos de los encerrados pertenecen a subcontratas contratadas por el dueño de Malabá, Manuel Vitoria, presidente de la Cámara de Comercio de León. En la década de los ochenta, la mina tenía casi 80 mineros. Hoy, son poco más de 50 y la mitad trabaja en subcontratas. Su cupo de carbón supera las 33.000 toneladas al año. Un minero de una subcontrata tiene menos derechos laborales. "Si queremos trabajar tiene que ser así", asegura un minero de una subcontrata que prefiere silenciar su nombre por temor a represalias.

El último encierro en Malabá fue hace ocho años y duró una semana. "Es la única arma que tenemos los mineros", reconocía ayer un prejubilado en la bocamina. José se hizo minero con 15 años. Tiene 46 y lleva dos prejubilado. Todos los meses cobra unos 2.800 euros. "Nunca me iré de aquí, pero sé que hay que vivir de otra cosa, dentro de poco esto sólo será historia".

Los mineros encerrados desde el sábado en un pozo de Torre del Bierzo.
Los mineros encerrados desde el sábado en un pozo de Torre del Bierzo.MARIFÉ MORENO

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