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Reportaje:SALUD MENTAL

La asignatura pendiente de la sanidad

La falta de recursos y el cruce de competencias hace de la salud mental la hermana pobre de la red

"La carencia de medios humanos está generando junto al visible incumplimiento del Plan Director de Salud Mental importantes demoras en la atención a los enfermos, así como un destacable deterioro en calidad asistencial". No es muy común que la propia Administración sea tan contundente en la crítica a su gestión. Sin embargo, el juicio emitido en 2004 por el entonces director general de Atención a la Dependencia, Bartolomé Pérez, dejaba a las claras la situación en la que se encuentra la atención a estos enfermos.

Tres años antes, el Consell había lanzado el Plan de Salud Mental 2001-2004 que preveía una inversión de 39 millones de euros y que se había planteado "poner fin a la insuficiencia de recursos sociales y asistenciales" y, entre otros aspectos, alcanzar el objetivo de llegar a nueve psiquiatras por cada 100.000 habitantes. Entonces, un estudio elaborado por un equipo de psiquiatras dirigido por el catedrático Manuel Gómez Beneyto ya denunciaba la falta de financiación de la que adolecía el plan. Hoy nadie esconde que ha sido un fracaso.

La mayoría de los hospitales apenas pueden atender a los pacientes con brotes más de dos semanas, aunque "ese es el tiempo de un tratamiento inicial"
En octubre de 1997 se creó el primer Centro de Rehabilitación e Integración Social, lo que indica lo reciente que es la rehabilitación de los enfermos

Un informe de la Asociación Española de Neuropsiquiatría (AEN) de hace tres semanas sitúa a la Comunidad Valenciana, con 4,74 psiquiatras por 100.000 habitantes a la cola de los servicios sanitarios españoles, muy lejos de la tasa de 10,8 del País Vasco. Esta escasez es extensible a psicólogos, enfermeros y trabajadores sociales. Tan bajas son las cifras de personal que el director general aspiraba a cubrir "cuando menos, el 50% de lo comprometido en el plan".

Pero el problema no se ciñe a los profesionales, según denuncian los propios trabajadores y familiares, agrupados en la Plataforma de Defensa de los Servicios Públicos de Salud Mental. Los recursos están tan desperdigados que de la atención de los enfermos se ocupa la Consejería de Sanidad, la Consejería de Bienestar Social, las diputaciones y los ayuntamientos, lo que dificulta no sólo la coordinación sino la continuidad y la equidad de los tratamientos en todo el territorio. Se da la paradoja de que mientras en cualquier enfermedad la atención y la rehabilitación corresponde a Sanidad, en el caso de los enfermos mentales, la rehabilitación está desgajada de la atención propiamente sanitaria -fundamentalmente cuidados hospitalarios para brotes y consultas de salud mental para el seguimiento- y corresponde a Bienestar Social siempre que haya plazas en centros, generalmente privados que funcionan a través de convenios y subvenciones.

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La desaparición de los grandes psiquiátricos a partir de 1986 se condicionó al impulso de la atención comunitaria. Se trataba de desplazar el centro de la atención desde el hospital cerrado al entorno más próximo del paciente. "La inercia lleva a encerrar a los enfermos mentales crónicos cuando su problema fundamental es la dificultad de relación social, por lo que se agudiza su aislamiento; la vida social es lo que nos hace personas", apunta el presidente de la Federación Valenciana de Asociaciones de Familiares y Personas con Enfermedad Mental en la Comunidad Valenciana, Arturo Roy. Para ello, además de hospitales y residencias para las personas más deterioradas hace falta unidades de salud mental bien dotadas, hospitales de día, centros de día, centros de rehabilitación e integración social, viviendas tuteladas y programas de inserción sociolaboral que permitan dotar de autonomía a estos pacientes a la vez que permanecen bajo control médico. La realidad, según la plataforma es muy distinta. Después de 20 años de desinstitucionalización, el 80% de los más de 40.000 enfermos con esquizofrenia estimados en la Comunidad Valenciana son atendidos cotidianamente por su familia, generalmente sus madres, muchas de las cuales, con 60 y 70 años, han desarrollado enfermedades derivadas de la atención a sus hijos.

Este es un recorrido por algunos de los principales dispositivos.

Falta de profesionales

Unidades de salud mental

Las unidades de salud mental son el eje sobre el que gira la atención a los pacientes. Los psiquiatras y psicólogos son los encargados de la atención de los enfermos, aunque la separación de funciones hace que en ocasiones sea complicado el seguimiento de la vertiente rehabilitadora, en manos de Bienestar Social. Sin embargo, el mayor problema es el de la falta de profesionales. Uno de los centros con mejores instalaciones, como es el de Trinitat, en la calle Flora de Valencia, cuanta con siete psiquiatras para 220.000 habitantes, por lo que su tasa de cobertura es de 3,1 por cada 100.000, inferior a la media de la Comunidad Valenciana, ya de por sí pobre con 4,7. Además, representa muy bien la confusión de competencias, ya que pese a estar encuadrado en la Consejería de Sanidad, la mayoría de sus trabajadores dependen de la Diputación de Valencia y atienden en un edificio del ayuntamiento a enfermos con esquizofrenia. Otros centros, como el de Villena pasó el verano con una única psiquiatra. La falta de psicólogos, quizás mayor aún que la de psiquiatras, es tal que la lista de espera en abril en la unidad de salud mental de la Malva-rosa era de nueve meses.Falta de camas

Unidades de hospitalización

El hospital Clínico de Valencia tiene 18 camas para tratar a los enfermos mentales crónicos. "Son pocas, no damos abasto", apunta Carmen Leal, catedrática y psiquiatra del centro, una situación común en el resto de centros. Los pacientes suelen ser personas con esquizofrenia o trastorno bipolar a los que se ingresa tras sufrir un brote y tienen una estancia media de entre 18 y 23 días. Otros centros, ante la fuerte presión asistencial tienen cifras más reducidas, "yo prefiero no tener una puerta giratoria en la que tal y como salen entren los pacientes", apunta Leal.

Importante vacío

Hospitales de día

La mayoría de los hospitales apenas pueden atender dos semanas a los pacientes que llegan con una crisis. "Ese es el tiempo que cuesta el tratamiento inicial", comenta Arturo Roy. Después de dos semanas de tratamiento farmacológico mejoran pero "aún no están adaptados a la normalidad y en condiciones de estar en la calle". El hospital de día cubre esta función pero las limitaciones de plazas hacen que exista un importante vacío en este campo. A las 25 plazas del centro de salud Miguel Servet, se unirán las 20 del hospital Padre Jofré, cuya inauguración es inminente. Castellón tiene 40 plazas repartidas entre el hospital de la ciudad y Vila-real y Alicante 20 en el centro Santa Faz, según Sanidad.

Esperas de más de dos años

Centros Especiales para Enfermos Mentales

María José Perruca es la gerente de uno de los dos módulos que la empresa Eulen gestiona en el antiguo psiquiátrico de Bétera. Cada uno alberga a 40 enfermos mentales -el 90% de los cuales con esquizofrenia-. "La gente que llega está necesitada de un tratamiento residencial y una contención importante". Sus usuarios suelen ser personas que no encajan en dispositivos más abiertos o que carecen de apoyos familiares. Entre el 60% y el 70% de las plazas las ocupan los pacientes "más residuales". Y es que de los internos, "no todos acaban por salir, aunque aquí el objetivo es lograr la rehabilitación" a través de talleres y actividades en el exterior. Este centro depende de Bienestar Social, que es quien remite los pacientes y elabora la lista de espera que está entre los dos y tres años, según la gerente. La consejería espera tener 38 residencias en 2007 con 820 plazas.

Los centros residenciales son los que peor prensa tienen entre buena parte de profesionales de salud mental, no tanto los concertados como algunos privados, y en especial los de larga estancia. La saturación y la falta de personal especializado hace que, en ocasiones, se caiga en modelos de institucionalización. "El trabajo en residencias privadas quizás no es tan rehabilitador [como el nuestro]", apunta Perruca.

En función de los recursos

Centro de Rehabilitación e Integración Social

En octubre de 1997 se inauguró el primer Centro de Rehabilitación e Integración Social (CRIS) en la Comunidad Valenciana. Fue en Ontinyent y esta fecha da una idea de lo reciente que es el impulso de rehabilitación de estos pacientes. Jaume Ferrandis, el director del centro, recuerda los problemas que hubo al principio en la coordinación entre los psiquiatras que tienen a su cargo a los pacientes y los trabajadores de los centros: "No tenían ninguna intención de trabajar con nosotros", una situación que ha cambiado radicalmente ya que todos los meses se reúnen para evaluar a los pacientes. Se trata de centros ambulatorios dirigidos a mejorar la calidad de vida de los enfermos y potenciar sus habilidades sociales aunque la falta de plazas provoca que haya personas con capacidades muy distintas. Bienestar Social aspira a contar con 17 en 2007 con un total de 1.031 plazas.

Atención mañana y tarde

Centros de día

Probablemente sea éste el recurso más escaso. Su función es descargar a la familia y atender a los enfermos mentales crónicos más deteriorados que llegan por la mañana y vuelven a casa a media tarde. "Hay muy pocos", comenta el responsable del CRIS de Ontinyent. Bienestar Social pretende contar con 230 plazas en 2007 repartidas en 12 centros.

"Trabajamos la vida cotidiana"

Viviendas Tuteladas

Para cualquier persona hacer la comida, la cama, lavarse, limpiar o comprar son actividades rutinarias. Para muchos enfermos mentales crónicos son hábitos que tendrán que aprender para conseguir ser lo más autónomos posible. Ésta es una de las funciones de las casas tuteladas en la que pacientes con poco apoyo familiar conviven las 24 horas del día con profesionales que les ayudan y que les permite rehabilitarse en contacto con la calle y cerca de su entorno. "Es un recurso que aporta trato especializado, donde se trabaja la vida cotidiana y la gente mejora", comenta Xavi, educador de una vivienda de Valencia que gestiona la entidad Àmbit especializada en pacientes penitenciarios. Bienestar Social subvenciona el 70% de los 120.000 euros que cuesta la atención anual de los cinco usuarios "mientras que una plaza en una residencia cuesta 1.400 euros al mes", apunta Xavi. En la Comunidad Valenciana apenas hay una veintena de viviendas, con una ocupación media de cuatro pacientes "unas 80 plazas frente a las 800 que debería haber según el Plan de Salud Mental", comenta el responsable de la Federación de asociaciones de pacientes en Valencia, Arturo Roy.

Una experiencia de éxito

El escenario poco esperanzador de la atención a la salud mental tiene una excepción en Aldaia. En esta localidad, el programa Alalba, impulsado por la unidad de salud mental, ha logrado lo que parecía increíble hasta hace pocos años: que personas con enfermedad mental crónica que llevaban años encerrados en su casa alcanzaran niveles de reinserción social y de autonomía que les han permitido conseguir trabajo, casarse y tener hijos.

Estos son los casos más llamativos y no todos llegarán tan lejos. El objetivo del programa es la rehabilitación e inserción social de los pacientes, que, en ocasiones, llegarán a tener un trabajo en un centro especial de empleo o incluso una empresa normal. Pero más allá de estos logros, el proyecto ha demostrado cómo una atención individualizada, y un buen programa de rehabilitación y reinserción con continuidad de cuidados permite a los pacientes desarrollar sus capacidades hasta donde marcan sus propios límites.

Alalba nace del impulso de las psiquiatras María Huertas y Pau Paris, y la psicóloga María Gallach, y cuenta con el apoyo del Fondo Social Europeo, la Diputación de Valencia y otras entidades, entre las que están la CAM, el Colegio de Psicólogos o la Asociación de Mujeres para la Salud. Su particularidad es que no hay brechas entre la atención que prestan los psiquiatras y la rehabilitación, ya que todo forma parte de un mismo proceso que garantiza la continuidad de cuidados desde la consulta de la unidad mental hasta la rehabilitación y reinserción social y la capacitación laboral, de forma que los propios profesionales del centro de salud y el equipo de 18 personas del proyecto controla el recorrido sin rupturas. Incluso hay atención hospitalaria a domicilio o seguimiento a los enfermos que permanecen en casa. Y todo ello sin que los enfermos tengan que despegarse de su entorno.

El proyecto descansa en tres patas que se desarrollan simultáneamente. La primera es la intervención sobre el individuo, que abarca desde la rehabilitación más básica para la gente en peor estado -talleres de higiene o hábitos domésticos- a la rehabilitación social -habilidades sociales, talleres de comunicación- y la reinserción social y laboral, con la formación en jardinería, bisutería o cerámica. Otra es el trabajo con la familia y la tercera es la intervención en el entorno para sensibilizar a la población. Y es que todas las actividades se desarrollan en el pueblo: polideportivos, centros sociales, la casa de oficios de Torrente en el caso de la jardinería, o incluso bares para enseñar a comer, de forma que están en continuo contacto con el exterior.

El programa es heredero de otros dos que se desarrollaron en 1995 y que el FSE distinguió como ejemplo de buenas prácticas. Pero además de mejorar la calidad de vida de pacientes y familiares, se ha logrado reducir enormemente las recaídas y el número de ingresos no sólo hospitalarios sino en centros residenciales.

Un centenar de personas se benefician del programa que aspira a crear empresas protegidas de bisutería y de cerámica, que se sumaría a la de jardinería, y lograr apoyos que den estabilidad a largo plazo al proyecto.

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