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Columna
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Síntoma

El Consejo de Gobierno de la Junta de Andalucía prevé gastar el año que viene 57 millones de euros en publicidad institucional, y Concha Caballero, del partido IU, ha juzgado la cifra "un despilfarro público indignante" como declaró el jueves a los periodistas con cierta vehemencia y exageración. Pero es verdad que 57 millones de euros en anuncios, casi 10.000 millones de pesetas, resultan una vehemente exageración, teniendo en cuenta, además, que todos los partidos recelan de la propaganda de las instituciones controladas por partidos rivales.

El Congreso aprobó en octubre, por unanimidad, una ley de Publicidad Institucional que prohíbe a las Administraciones Públicas difundir propagandísticamente sus logros, y existe, desde la primavera pasada, una ley andaluza que declara la veda publicitaria en época de elecciones. El resto del tiempo el Consejo de Gobierno de la Junta puede hacer publicidad de sus éxitos, incluso de los éxitos que planea para el futuro. El mismo día que hablaba de la ley antipublicitaria nacional, el periódico incluía entre sus páginas un folleto de la autónoma Consejería de Educación: "En Andalucía estamos construyendo la Escuela del Futuro. Plan Mejor Escuela 2005-2010. La Mejor Escuela para todos".

El fervor propagandístico se convierte en literatura utópica: descripción de sociedades ideales en su momento ideal de perfección. Si consideramos que Utopía es una mezcla ingeniosa de sitio estupendo y sitio inexistente, quizá no sea excesivo gastar en fantasía para todos 27 millones de pesetas cada día del año, incluidas las fiestas, como tiene previsto el Gobierno andaluz. La publicidad es cara, 27 millones no son muchos, y alguno se gastará en propaganda humanitaria, por así decirlo: el elogio de la agricultura ecológica, la condena del trabajo inseguro y las drogas, la fama de Andalucía en el exterior y en el interior.

En cuanto a la propaganda del espléndido nivel de nuestros servicios públicos en el presente y en el futuro, ¿es necesario mostrar lo evidente, lo que todos comprobamos a diario, nuestra realidad insuperable? Espero que la ley aprobada en el Congreso pase por el Senado y termine de una vez con la propaganda en honor del gobernante de turno y sus obras maravillosas. La millonaria hipertrofia publicitaria de las instituciones recauda votos para el partido en el Gobierno, y es pagada con dinero público, de los contribuyentes, sean amigos o enemigos del beneficiario. Es tan incómodo este desequilibrio entre fondos públicos y fines particulares de un partido o coalición, que el Congreso en pleno vota contra la publicidad institucional-partidista, a pesar de que inmediatamente todos los partidos procuran seguir aprovechándose de la publicidad.

Se trata casi siempre de propaganda banal, para los propios anunciantes, por un monto de millones de euros, pero el caso quizá sea un resumen sintomático de la política tal como es, y como sugiere Caballero: la propaganda beneficia básicamente al partido que gasta en nombre de todos, y a los empresarios que firman los contratos para las campañas publicitarias.

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