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Columna
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Tejanidad

Parece mentira que las mentiras de la Casa Blanca hayan comenzado a aparecer como lo que son, mentiras, tan tarde y después de tanto daño. Pero, al menos, desde una instancia de fuste: la sacrosanta justicia del país de marras. Ahora empiezan a descubrir el jaez del embuste que baña la punta de un iceberg de mierda y sangre sobre el que descansan el presidente Bush, sus corifeos, sus nodrizas y sus perpetradores de imagen. No hubo ni una verdad, del principio al fin. Bien estará que lleguemos al fin de la verdad, cualquiera que sea la puerta legal por la que la luz nos va alcanzando.

Dentro de este desorden de asuntos, no me parece menor una de las falsedades más falsas que se utilizaron para pergeñar el personaje presidencial, dándole carta de nobleza tejana, de parca sinceridad, la aureola de hombre más de hechos que de palabras, que se crece en la adversidad y etcétera, etcétera. Bien, léanse el reportaje acerca de Crawford y Bush que Eugenia Peretz publica en el Vanity Fair de noviembre, una estupenda pieza en la que no sólo se nos cuenta cómo llegó George W. Bush a convertirse en Machoman Tejano, sino también la forma en que arrasó el tejido social de la pequeña localidad tejana (vecina de Waco), al arribar con el presidente también los especuladores inmobiliarios y los pelotas y los oportunistas, en una especie de versión a lo grande de Oropesa del Mar y sus pasados sueños de grandeza. Los ricachones del petróleo fastidiando a los ganaderos, como en Gigante, pero en la vida siendo mucho más apreciados que en el cine (de antes).

En agosto último, una mujer acampó en Crawford pidiendo una audiencia al presidente Bush, quien prefirió irse a pasear en bicicleta entre suntuosas medidas de seguridad. Cindy Sheehan sólo quería saber por qué su hijo murió en Irak y qué mentiras nos habían contado. Desde su tienda de campaña hizo las preguntas para las que ni la prensa ni la justicia de Estados Unidos, hasta hace poco, habían querido buscar respuestas.

Si las mentiras son desveladas, todas, algún día tendrán que recibir al presidente Bush (o ex presidente, ojalá) con un apabullante abucheo dedicado a su falsa nobleza, su falso carácter, su falsa tejanidad.

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