Hacer la paz a golpe de matemáticas
Cuando el general Rupper, en un arrebato de locura, activa un ataque nuclear contra la Unión Soviética, el pánico se apodera del presidente de Estados Unidos. Todos los aviones B-52 estadounidenses, armados con bombas nucleares, se disponen a aniquilar el territorio soviético. Nada ni nadie los puede detener. En la película Teléfono rojo, volamos hacia Moscú, Stanley Kubrick toca una cuerda sensible de la diplomacia de su país: se preserva la paz gracias a la terrible amenaza de una guerra nuclear. Fue en pocas palabras lo que teorizó Thomas Schelling, economista estadounidense que recibió el Premio Nobel de Economía el pasado día 10 por, según la Real Academia Sueca de Ciencias, "haber profundizado nuestra comprensión de los conflictos".
Según el economista estadounidense Thomas Schelling, la amenaza de represalias masivas impide que estalle un conflicto, como durante la guerra fría
Fuera del contexto bipolar, la teoría de los juegos ya no vale "porque aparecen varios actores", explica un especialista en relaciones internacionales
El Holocausto, Hiroshima, el horror de la II Guerra Mundial no tenía que repetirse nunca más. La prioridad del orden internacional en 1945 era impedir el estallido de una tercera guerra mundial. El mundo se divide en dos bloques, encarnados por EE UU y la Unión Soviética, dos potencias nucleares. La teoría de los juegos nace en ese contexto; estudia una situación en la que se enfrentan dos protagonistas cuya conducta determina la del otro y viceversa. En el libro La estrategia del conflicto, publicado en 1960, Schelling fue el primer científico en utilizar esa teoría para explicar la guerra fría.
"La estrategia consiste en la explotación de una fuerza potencial", escribe Schelling. La amenaza de represalias masivas impide que estalle el conflicto, según el economista. Era lo que caracterizaba la guerra fría: las dos potencias, conscientes de las consecuencias del arma nuclear, no atacaban. En palabras del doctor Strangelove, el protagonista de Teléfono rojo, "la disuasión es el arte de producir en la mente del enemigo el miedo a atacar". El matemático israelí Robert Aumann, que comparte el Nobel con Schelling, explica, por su parte, por qué la cooperación es más eficiente si cada uno de los actores busca el interés colectivo en vez de satisfacer su interés personal.
¿Cómo interpretar en la actualidad esas teorías? ¿Valen para resolver o, al menos, entender un conflicto? Un informe del Human Security Centre de la Universidad British Columbia de Vancouver (Canadá) apunta que el número de guerras disminuyó desde el final de la guerra fría. El enfrentamiento bélico entre las dos superpotencias se desplazaba a territorios secundarios, que no amenazaban la seguridad internacional. Schelling habla de "guerra limitada en algunas regiones". El mejor ejemplo es la guerra de Corea, en la que se enfrentaron entre 1950 y 1953 el norte comunista, apoyado por Moscú, y el sur, respaldado por Washington.
La lista de conflictos "limitados" es, sin embargo, larga. El informe canadiense explica que el final de la guerra fría puso fin a conflictos alimentados por la división Este-Oeste. Los escuadrones de la muerte en El Salvador, por ejemplo, protagonizaron una guerra civil financiada por EE UU en los años ochenta. Moscú apoyó, entre otras, la dictadura de Mengistu Hailé Maryam en Etiopía. Bertrand Badie, profesor de relaciones internacionales en París, aclara que la teoría de Schelling funcionó para explicar la disuasión nuclear "porque el riesgo era enorme". Fuera del contexto de división en dos bloques, la teoría de los juegos "no sirve cuando aparecen varios actores", explica Badie.
Los límites de Schelling, según Badie, se pusieron de manifiesto después de la guerra fría. "Con el fin de la bipolaridad, la violencia internacional ya no enfrenta a dos Estados, sino que es descentralizada". Badie se explica: "En la actualidad hay 6.500 millones de actores cuyo comportamiento es imprevisible, mientras que antes sólo había dos". Se vislumbra la figura de Al Qaeda, organización que no ve límite ninguno al ataque terrorista, cualesquiera que sean las consecuencias.
Aumann añade: cuanto más conozcamos al enemigo, más aprenderemos de él y se podrá negociar mejor. El israelí propuso incluso su teoría como posible solución al conflicto de Oriente Próximo. Profesor en la Universidad de Columbia de Nueva York, Robert Jervis cree que la teoría de los juegos permite entender que el conflicto cuesta tanto a ambas partes que puede desembocar en un acuerdo. "Las situaciones que en apariencia son sin esperanza pueden permitir compromisos", dice.
Una idea que no comparte Badie. En Oriente Próximo "se sale del contexto normal, de la lógica de una negociación (...) Los actores son numerosos, poco comprometidos y cambian. Está el Fatah por un lado, que tiene su propia milicia, Hamás por otro, Yihad Islámica, los kamikazes...". Badie apunta la clave para entender tanto a Aumann como a Schelling: los actores deben ser racionales. El propio Schelling escribe que "la amenaza de represalia es creíble, es decir, que intimida al enemigo, si existe la promesa implícita de no destrucción (...) Los locos no suelen controlar sus armas". En la película de Kubrick, el presidente de EE UU quiso negociar con Rupper antes de llegar a la conclusión de que era imposible porque, dijo, "es un psicópata". Poco después, Rupper se suicidó.
Evitar la III Guerra Mundial
Jervis insiste en la viabilidad de la teoría de Schelling: "Se debe superar lo que pasa en el terreno. Schelling aportó una manera de mirar el mundo, contribuyó a entenderlo". "Hubo guerras", reconoce, antes de insistir en que "se evitó una III Guerra Mundial. ¡Ésa es la mayor contribución de esa teoría!". Schelling cree en su actualidad. Tras recibir el Premio Nobel, el economista la explicó tomando como ejemplo la voluntad de Irán de conseguir el arma nuclear. "De esa manera, Teherán se asegura que EE UU no le atacará".
Las matemáticas no convencen a todo el mundo. Emilio Cassinello, director del Centro Internacional de Toledo para la Paz, explica que "la reducción de percepciones, emociones, opiniones, enfrentamientos, odios, dogmatismo y condición humana a formulaciones constantes y repetibles (ciencia / matemática), parece complicada. Si se suma serie de intereses, multiplícalos por historia y tradiciones, los conflictos parecen matemáticamente indescriptibles".
¿Por qué, en 1994, 800.000 tutsis fueron asesinados en silencio, con machetes? ¿Por qué cerca de 8.000 hombres perdieron la vida, asesinados a tiros, en julio de 1995 en Srebrenica (Bosnia-Herzegovina)? Millones de niños, un Kaláshnikov en la mano. Tantas preguntas a las que ningún especialista tiene respuesta. "La teoría es para conceptuar, hacer que la realidad sea inteligible", recuerda Badie. En las investigaciones de Schelling y Aumann, las reglas del juego no deben cambiar, lo que en situaciones de conflicto no es una garantía, como en Teléfono rojo, volamos hacia Moscú. Un arrebato de locura y, al final, la bomba explotó.
Menos guerras, menos mortíferas
¿QUIÉN LO PODÍA DECIR? Los conflictos armados desde 1991, es decir, desde el final de la guerra fría, no solamente se han reducido, sino que además causan menos muertos. Son, en pocas palabras, las conclusiones del Human Security Report 2005, publicado el pasado día 17 por el Human Security Centre de la Universidad British Columbia de Vancouver, en Canadá. El recuerdo de una década de los noventa manchada de sangre, sin embargo, no se quita. Genocidios en la antigua Yugoslavia y en Ruanda; dos guerras contra el Irak de Sadam Husein, Chechenia, Kosovo, Afganistán y quizá lo más mediático: los atentados de Nueva York en 2001, y de Madrid en 2003.
Pero el informe canadiense, fruto de tres años de investigaciones, va en serio. El número de conflictos se ha reducido en un 40% desde 1992; los genocidios, en un 80% entre 1988 y 2001. Un centenar de conflictos terminaron desde 1988. Hay cada vez menos intentonas de golpes de Estado: desde 25 en 1960 hasta 10 en 2004, que fracasaron todas. "La prensa ignoró los conflictos que acabaron", explica el informe.
Además, apunta el estudio, las guerras causan menos muertos. En 1950, 38.000 perdían la vida, mientras que en 2002 morían 600. Una de las principales razones es que en los conflictos ya no se enfrentan miles de soldados, sino que suelen ser las fuerzas de un Estado contra guerrillas separatistas o, como en Irak, la guerra se hace en cuestión de días. Otro factor importante es la multiplicación de misiones de paz de la ONU y el trabajo de las ONG.
El objetivo del centro canadiense no es, sin embargo, decir que todo se ha arreglado en el mundo, sino "llenar un vacío de datos sobre la seguridad internacional". "No hay sitio para la complacencia", subraya, antes de recordar que 60 conflictos siguen en activo y que las emergencias humanitarias se han multiplicado, sobre todo en el África Subsahariana.
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