La ciudad más austral

ESTAMOS EN AGOSTO. Es pleno invierno. Los días son cortos, y el frío, intenso. Partimos de Buenos Aires en coche y nuestro destino es Ushuaia, la ciudad del fin del mundo. Atravesamos toda la Patagonia argentina, desde el río Colorado hasta el estrecho de Magallanes. Parece que no avanzamos porque kilómetro tras kilómetro el paisaje es invariable, y la llanura va más allá de donde te alcanza la vista. El ineludible y famoso viento no deja de soplar. Es inexcusable adentrarse en la península de Valdés para poder ver, oír y navegar junto a impresionantes ballenas australes a bordo de una pequeña embarcación.

Llegamos a la mítica Tierra de Fuego, donde habitaban los indígenas fueguinos que, por mantener siempre encendidas un gran número de hogueras, propiciaron que los marinos que se aventuraban a bordear la Tierra por el cabo de Hornos bautizaran así a esa gran isla. Allí, los Andes se hacen presentes. Tras atravesarlos por el paso de Garibaldi, se encuentra Ushuaia, la ciudad más austral del mundo, en una bahía a orillas del canal de Beagle y rodeada de montañas con nieve y de numerosas islas donde habitan lobos de mar y pingüinos. Todo está nevado, pero la belleza del paisaje, la gentileza de sus habitantes y el estupendo cordero fueguino compensan el largo camino. Nuestro siguiente destino es el glaciar Perito Moreno. Antes visitamos el parque natural de las Torres del Paine, donde la fauna impresiona: los guanacos son numerosos, un cóndor con sus enormes alas desplegadas nos sobrevuela... La belleza del Perito Moreno sobrecoge por el sonido del incesante crujir de la enorme masa de hielo en movimiento. Es un paisaje indescriptible, con una gama de azules que van hasta el violeta.