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Crítica:CRÍTICAS
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Para toda la familia

Hace algunos años, una película con cierto marchamo clásico, El regreso del Zorro, reverdecía los laureles de un filón del cine de todos los tiempos, las historias de capa y espada, y de paso colocaba a sus máximos intérpretes, Antonio Banderas y Catherine Zeta-Jones (al tercero, Anthony Hopkins, no le hacía puñetera falta: ya entonces estaba mucho más allá de todo esto), en lo más alto de la aceptación popular del género. Había entre ellos esa inefable química, esa seducción que, en un antológico duelo a espada, quedaba espléndidamente de manifiesto: se combatían y, sin embargo, se amaban.

Años más tarde, y después de que sus carreras entraran en una respetabilidad y en una rutina más que notables, ambos vuelven a encontrarse, no para, ay, continuar con sus historias de espadas y ambientes exóticos, de lucha contra la injusticia y de reparación a favor de los pobres cuando la ley estaba del lado del poderoso. Ahora se trata no tanto de ser coherentes con la historia del Zorro, sino con la trayectoria comercial de Antonio Banderas. Y así, ahí tenemos a nuestro hombre metido en una patética peripecia de exaltación nacionalista (El Zorro ansía la integración de California en los EE UU, por ejemplo), de criptodenuncia del terrorismo (los malos son, claro está, extranjeros, y concretamente franceses: huelga cualquier otro comentario) y de efectos especiales malgastados a troche y moche.

LA LEYENDA DEL ZORRO

Dirección: Martin Campbell. Intérpretes: Antonio Banderas, Catherine Zeta-Jones, Rufus Sewell, Adrián Alonso, Nick Chinlund. Género: aventuras. EE UU, 2005. Duración: 125 minutos.

Pero no lo tenemos en una película de aventuras, que es el envoltorio que se elige, sino en una peripecia familiar. Aunque no lo parezca, La leyenda del Zorro es más tributaria de las aventuras familiares de Spy kids protagonizadas por nuestro actor más internacional que del primitivo espíritu de capa y espada que tan bien recreaba la primera parte.

El resultado es, pues, una película para toda la familia, pero también una propuesta nivelada a la baja: si la tienen que ver hasta los más pequeños, adivine el lector cómo será su tono didáctico; adivine, en fin, de qué obviedades va la peripecia. Baste con recordar que Don Diego-Zorro-Banderas va a recoger a su hijo al colegio y se tendrá perfectamente claro cuál es la estrategia de venta que la película persigue. Es tonta y previsible; y por el camino se ha perdido todo lo que de bueno atesoraba aquel regreso del Zorro que está en la base de esta continuación. Advertidos quedan.

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