Poesía para el Barrio Chino
Como dice un amigo mío, por mucho que le llamen Raval, siempre seguirá siendo el Barrio Chino. Y supongo que tiene razón, entre otras cosas porque los nombres de Raval o de Distrito Quinto suenan demasiados asépticos para un barrio que acumula grandes dosis de marginalidad y de leyenda. Sobre el origen de este nombre tan exótico circulan una serie de teorías, recogidas por Ferran Aísa en el prólogo de la reciente edición de Antología poética del Barrio Chino (Parsifal). Hay quien dice que el nombre se lo inventó el periodista Ángel Marsà, al comparar el barrio con el Chinatown de San Francisco; otros apuntan al periodista Francisco Madrid, que en 1926 publicó el libro Sangre en Atarazanas; y algunos afirman que es obra del periodista bohemio Miguel Toledano, también por la misma época. El cronista barcelonés Sempronio sostiene, sin embargo, que el nombre surgió en la década de 1920 cuando el gobernador civil Milans del Bosch, harto de los incidentes registrados en esta parte de Barcelona, escenario de las luchas entre anarquistas y pistoleros de la patronal, exclamó: "¡Estoy harto de eso del Distrito Quinto! Inventen otro nombre... Déjense de distritos. ¡Inventen! Por ejemplo, Barrio Chino".
El Barrio Chino da para mucha poesía, y es muy probable que siga inspirando a los escritores por los siglos de los siglos
Sea cual sea el origen del nombre, lo cierto es que desde principios del siglo XX el Barrio Chino se ha ido forjando una historia sórdida que la revista L'Avenç repasa en su último número, con artículos de Joan Roca, Jordi Castellanos, Paco Villas e Imma Merino, y con fotos de artistas como Gabriel Casas, Margaret Michaelis, Francesc Català-Roca, Xavier Miserachs y Joan Colom. Castellanos lo contaba el otro día en la presentación: "En el XIX, ya se fue definiendo como un barrio proletario y poco a poco se convirtió en los bajos fondos de Barcelona, con un ambiente ligado al puerto, a la prostitución y a la miseria". Esta sordidez tenía que atraer por fuerza a los escritores y, según Castellanos, fue Juli Vallmitjana quien, en 1913, llamó la atención sobre el barrio a través de una visita guiada que organizó para sus compañeros de la revista L'Esquella de la Torratxa. Paralelamente, un grupo de bohemios que solían reunirse en los bares del Barrio Chino, entre los que estaban Lluís Capdevila y Joan Salvat-Papaseit, potenciaron una determinada literatura ligada a aquel ambiente en el que se mezclaban bohemios con toreros, delincuentes, cantaores, manolas y prostitutas. Por si le faltaba algo a este original cóctel, en Sangre en Atarazanas Francisco Madrid añadió a la leyenda unas buenas dosis del ambiente anarquista del barrio, recordando que Salvador Seguí, más conocido como El Noi del Sucre, vivió y fue asesinado en una de las calles del Barrio Chino.
Con el paso de los años, el barrio fue consolidando su fama de marginal, y fue sobre todo a partir de la Exposición Internacional de 1929, en la que Barcelona se abrió al mundo, cuando la visión más tópica del Distrito Quinto atrajo incluso a algunos escritores extranjeros. El resultado de todo ello es una original y variada literatura que tiene por escenario las calles del barrio, una literatura que tiene sus cumbres en libros como La Xava, de Juli Vallmitjana; Vida privada, de Josep Maria de Sagarra; Diario del ladrón, de Jean Genet; La marge, de André Peyre de Mandiargues; Barcelona de nit, de Sebastià Gasch, y más recientemente en los títulos de la serie del detective Carvalho, creado por Manuel Vázquez Montalbán, y en las novelas de Eduardo Mendoza.
Cuentan que el dramaturgo Josep Maria Benet i Jornet, nacido en el barrio, estrenará muy pronto una obra ambientada en el Raval en la que lamenta que la gente que actualmente vive en la plaza de Padró -emigrantes extranjeros en su mayoría- ya ha perdido los referentes históricos de los edificios y de las calles que habitan. Y es que el barrio ha cambiado mucho últimamente: se han abierto nuevos espacios, como la Rambla del Raval, se ha poblado con gente nueva y han surgido nuevos comercios de productos y olores exóticos. Por ello es bueno que aparezcan revistas como L'Avenç para recordar cuáles son sus orígenes, o libros como esa Antología poética del Barrio Chino, publicada por primera vez en 1948 por el poeta Sebastià Sanchez-Juan. En ella encontramos versos y canciones de autores tan distintos como Alsamora, Baudelaire, Carner, Cirlot, Delgado, Garcés, Guerau de Liost, Maragall, Musset, Perucho, Salinas, De Sagarra, Salvat-Papasseit, Spender y Verdaguer.
Como puede verse, el espectro es amplio, los idiomas varios y la calidad con muchos altos y bajos. En el libro tienen cabida desde unos versos de Aguilera en los que dice: "Aquí se ve lo esplendente / de una mujer de bandera / junto a las greñas de fiera / de una vieja decadente / dormitando en una acera", hasta el "vosaltres no sabeu què és guardar fusta al moll" de Salvat-Papasseit. Eugenio Carballo escribe por su parte: "Pintoresco Barrio Chino, / cubil de gente sin ley, / que entre músicas y vino / rindes culto a tu destino / teniendo al vicio por rey", y Pedro Luis de Gálvez califica el barrio de "madriguera de idealidad y delito, / miserable gusanera, / celeste barrio maldito".
El Barrio Chino, como puede verse, da para mucha poesía, y en vista de cómo se van renovando sus calles últimamente, es muy probable que siga inspirando a los escritores por los siglos de los siglos. Con tópicos o sin ellos, con literatura o simplemente con ripios.
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