_
_
_
_
Reportaje:

La conciencia de la 'aldea global'

El Sínodo de Obispos concluye que la globalización "irá a la ruina" si la miseria triunfa sobre la solidaridad

"¿Qué hacer para que, en esta era de globalización, la solidaridad triunfe sobre el sufrimiento y la miseria? ¿En qué se transforma la aldea global de nuestra tierra, con un ambiente amenazado que corre el riesgo de ir a la ruina?". Se lo pregunta, retóricamente, el primer Sínodo de Obispos de la era Ratzinger, antes de llamar "a los que gobiernan las naciones para que, con diligencia, aseguren a todos el bien común y promuevan la dignidad de cada persona, desde su concepción hasta su muerte natural". El mensaje final del miniconcilio reunido en Roma durante 23 días se dio a conocer ayer en una multitudinaria rueda de prensa. Benedicto XVI lo clausura hoy con una ceremonia que incluye las primeras canonizaciones de este pontificado.

Más información
Benedicto XVI proclama santos a cinco beatos en su primera ceremonia de canonización
¿Puede comulgar Silvio Berlusconi?

Titulado Eucaristía: pan vivo para la paz en el mundo, el mensaje, de ocho páginas, es una recopilación de las luces y sombras que se ciñen sobre la Iglesia católica y sobre un mundo "devastado por la secularización y el relativismo, sobre todo en Occidente"; la falta de sacerdotes; la crisis del sacramento de la confesión o los "abusos litúrgicos". Los padres sinodales discutieron este mensaje durante tres días sobre un borrador al que presentaron 500 enmiendas, preparado por una comisión de 12 prelados, sólo uno de ellos del grupo lingüístico español, el cardenal peruano Juan Luis Cipriani, del Opus y elegido personalmente por el Papa.

Dividido en siete apartados, la mayoría dedicados al propio tema del sínodo (La eucaristía, fuente y cumbre de la vida y de la misión de la Iglesia), los prelados cargan las tintas en el primero y más largo, titulado En escucha del sufrimiento del mundo. Dicen: "Hemos tomado conciencia de las situaciones dramáticas y de los sufrimientos causados por las guerras, el hambre, las diferentes formas de terrorismo y de injusticia, que afectan a la vida cotidiana de centenares de millones de seres humanos. Las explosiones de violencia en Medio Oriente y en África nos han sensibilizado ante el olvido que sufre el continente africano en la opinión pública mundial. Hemos recordado y denunciado las situaciones de injusticia y de pobreza extrema que proliferan por todas partes, pero especialmente en América Latina, en África y en Asia. Todos estos sufrimientos claman a Dios e interpelan a la conciencia de la humanidad".

Al sínodo han asistido 252 prelados de 118 países (55 cardenales, ocho patriarcas, 82 arzobispos, 123 obispos, 36 presidentes de conferencias episcopales, 12 religiosos, 32 expertos y 27 oyentes). Finalmente, los cuatros prelados que debían venir a Roma desde China no fueron autorizados a viajar por el Gobierno de ese país. Cuatro sillas del plenario sinodal estuvieron siempre vacías, en su homenaje.

El sínodo concluye sin hacer apertura alguna en el tema del celibato, una ley que sólo afecta a la Iglesia católica de rito latino. Todos los padres sinodales se expresaron en contra de derogar esa ley, y también cierran la puerta a la posibilidad de dar la eucaristía a los divorciados que se han vuelto a casar. Eso sí, se les pide que vivan "la alegría de ser católicos" y que tengan una viva participación en la celebración eucarística, aunque no puedan comulgar. Dice el documento: "Conocemos la tristeza de los que no pueden recibir la comunión por causa de una situación familiar no conforme con el mandamiento del Señor. Algunas personas divorciadas y vueltas a casar lo aceptan con dolor y lo ofrecen a Dios. Otras no entienden esta restricción y viven una gran frustración interior. Aunque no estemos de acuerdo con su elección, reafirmamos que no son excluidos de la vida de la Iglesia. Estamos cercanos a ellos con la oración y la solicitud pastoral".

El mensaje final es sólo una mínima parte del trabajo realizado en los pasados 22 días por los prelados llegados a Roma desde 118 países. El debate se ha plasmado además en 50 proposiciones redactadas por los participantes, que el Papa habrá de tener en cuenta para redactar la obligada exhortación apostólica postsinodal, que puede retrasarse un año. Estas 50 proposiciones son el resultado de los trabajos de unificación de cientos de indicaciones a las que se llegó después de una semana de discusiones y votaciones.

"¿Cuál es la novedad de este sínodo, dónde está?", se preguntó ayer a los prelados encargados de presentar el mensaje final, los cardenales George Pell (Sidney, Australia) y Mar Ouellet (Quebec, Canadá), y los arzobispos Roland Minnerath (Dijon, Francia) y Salvatore Fisichella (auxiliar del vicario de Roma y rector de la Pontificia Universidad Lateranense). Respuesta unánime: "El objetivo del sínodo no es introducir novedades doctrinales o disciplinarias. No podemos cambiar las reglas de juego. La Iglesia no puede cambiar libremente el Evangelio".

El papa Benedicto XVI, en un concierto celebrado ayer en la Capilla Sixtina.
El papa Benedicto XVI, en un concierto celebrado ayer en la Capilla Sixtina.REUTERS

Ni Tarso ni el latín

Los obispos quieren recuperar el latín, la lengua oficial de la Iglesia católica, en desuso incluso en este selecto mini concilio. Confundidos también por la maldición de Babel, los padres sinodales, en su mayoría cardenales, patriarcas o arzobispos (lo más granado, por tanto, del orbe cristiano), ni siquiera han podido formar un grupo de trabajo en ese idioma. Todos han hablado y se han entendido en italiano, francés, inglés, español o alemán. Hubo dos excepciones en perfecto latín, celebradas con regocijo: el arzobispo de Riga (Letonia), Janis Puyats, y el relator general del sínodo, el patriarca de Venecia, cardenal Scola. Benedicto XVI usó el italiano.

Una de las propuestas del sínodo propone al Papa que ponga matices a una de las reformas más sonadas del Concilio Vaticano II, que abrió las iglesias a las lenguas vernáculas para que los fieles pudieran entender a sus ministros, además de verles la cara en la misa, o vestidos de paisano fuera del templo. Los obispos creen que perder el latín es una gran desgracia y reclaman recuperarlo al menos en las ceremonias internacionales.

Peor es la caída de predominios territoriales, como Hispanoamérica o Brasil. Este es el país del mundo con más católicos (unos 130 millones), y Roma está perdiendo allí a la mitad de sus fieles, a mano de la secularización o de las iglesias evangélicas (que sigue tachando de "sectas"). "¿Hasta cuándo se podrá decir que Brasil es un país católico", se lamentó en el sínodo el cardenal Humes, de Sao Paulo. Más traumática fue la lamentación del vicario de Anatolia (Turquía), Luigi Padovese. Su iglesia vivió la primera gran expansión del cristianismo de la mano del apóstol Pablo, nacido en Tarso y auténtico primer secretario de organización del catolicismo. Hoy, en Tarso, los únicos cristianos son tres monjas "que acogen a los peregrinos y que para celebrar la eucaristía en su única iglesia necesitan un permiso de la autoridad local", lamentó Padovese.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_