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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Los deseos de Bush

Hasta hace un año, George W. Bush aún apostaba por la creación de un Estado palestino en Cisjordania para 2005; ayer, sin embargo, en una conferencia de prensa en la Casa Blanca con el líder de la AP, Mahmud Abbas, el presidente de EE UU se reconocía incapaz de apuntar fecha alguna para el esperado advenimiento. Esa nueva prudencia ilustra hasta qué punto han retrocedido en los últimos tiempos las expectativas de una auténtica paz en Oriente Próximo.

El juego diplomático es un agotador déja vu. El jefe palestino, sucesor de Yasir Arafat, obra, en ésta su primera visita a la Casa Blanca como presidente -que ya había visitado como primer ministro en 2003-, a partir de la teoría de que sólo Washington puede forzar a Israel a negociar, y con la esperanza de que esta vez sea la buena y Bush se decida a presionar a Jerusalén. Según las estipulaciones de la llamada Hoja de Ruta, que promueven Estados Unidos, Rusia, la UE y la ONU como precondición para negociar, la Autoridad Palestina debería acabar con el terrorismo que sistemáticamente practican Hamás y la Yihad, e Israel desmantelar los asentamientos que el propio Estado sionista considera ilegales -varias docenas de los más de 200 establecidos en Cisjordania- y congelar el crecimiento de los restantes, que estima impecables, pero que la Convención de Ginebra de 1949 reputa igualmente de ilegales. En Washington, Abbas casi imploraba ayer que se volviera a la Hoja, mientras que Bush exhortaba a Israel a no colonizar más.

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Abbas ha persuadido a las dos organizaciones terroristas de que cumplan una tregua ya de ocho meses, aunque punteada por graves atentados aislados. Pero el primer ministro israelí, Ariel Sharon, exige la liquidación física del terror, mientras proclama sin rubor que seguirá acarreando colonos a los territorios. Y ambos a la vez afirman que están dispuestos a cumplir la Hoja; Abbas haciendo para ello una interpretación dudosa de sus exigencias y Sharon con el desprecio más olímpico de las mismas.

Es difícil creer que un Bush empantanado en la guerra de Irak tenga la serenidad de espíritu necesaria para presionar a Sharon a que se tome en serio el documento y acepte negociar. Por eso, hoy el camino de Washington es una Ruta cuya Hoja no indica dirección alguna que vaya a conducir a la paz.

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