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Los finalistas del Premio Turner de arte contemporáneo muestran su obra al público

La galería Tate Britain abrió ayer al público la exposición colectiva de los cuatro finalistas del Premio Turner de arte contemporáneo, que se falla el próximo 5 de diciembre en Londres.

En su 21ª convocatoria, la polémica ha bajado de tono debido a la selección, por primera vez en cinco años, de una artista que trabaja casi en exclusiva con un material tan tradicional como es la pintura. Sin embargo, poco hay de convencional en la aproximación de Gillian Carnegie (Suffolk, Inglaterra, 1971) a los géneros pictóricos, ya sea en sus bodegones, paisajes o figuras humanas.

Con una técnica muy cuidada, la pintora reta ideas preconcebidas creando tensión entre el sujeto y el medio o reinventando el significado de los motivos que ubica en sus óleos. Entre la obra que Gillian Carnegie expone en la sede original de la Tate resaltan dos desnudos de las nalgas de una mujer que representan sus propios autorretratos.

Simon Starling (Epsom, 1967) debe su presencia en la fase final del Turner a una exposición que presentó la primavera de 2004 en la Fundación Miró de Barcelona, además de otras muestras montadas en The Modern Institute, de Glasgow. En Londres reúne trabajos recientes construidos a partir de sus peregrinajes artísticos y, en cierta forma, también científicos. En Tabernas Desert Run rememora su experiencia en ese desierto de Almería que recorrió en una bicicleta eléctrica y ecológica adaptada por él mismo.

Shedboastshed es una cabaña de madera con una tortuosa historia: el artista la descubrió en el valle del Rin, la desmontó y la reconstruyó en forma de barco para navegar hasta Basilea. Allí repitió el proceso a la inversa. La transformación de un objeto permite a Starling explorar cuestiones relacionadas con la naturaleza, tecnología y economía mundiales.

El Premio Turner rara vez escapa a la polémica. Grayson Perry se vistió de niña para recoger el galardón de 2003 por sus jarrones de cerámica decorados con escenas pederastas. El ganador de 2001, Martin Creed, enfureció a los tradicionalistas con una instalación absolutamente minimalista: una habitación vacía de objetos que se iluminaba y apagaba cada pocos minutos. La presente edición parece, a primera vista, más convencional.

Jim Lambie (Glasgow, 1964) instala sobre un suelo psicodélico varias reproducciones a gran escala de figuritas de pájaros que encontró en tiendas de segunda mano. La tradición del vídeo contemporáneo está representada en el Turner a través del cuarto finalista, Darren Almond (Wigan, 1971), con una instalación en la que explora el paso del tiempo.

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