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Columna
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Beneficio de la duda

El primer ministro de Israel, Ariel Sharon, debe tener la credibilidad por los suelos, puesto que no importa cuáles sean sus políticas o el tenor de la mayor parte de sus declaraciones, que merece siempre el beneficio de la duda por parte de la prensa y de los medios políticos occidentales. Le ocurre exactamente lo contrario que al difunto presidente palestino Yasir Arafat, que sostuviera los propósitos que sostuviera a favor a la paz, se le acreditaban habitualmente los más tortuosos designios.

Por eso, bulle la expectación sobre el próximo movimiento del líder israelí, tras la retirada de Gaza, que el mundo ha acogido esperanzado, asumiendo que puede ser el primer paso hacia la solución del conflicto. El propio Sharon, sin desdecirse de ninguna de sus rocosas posiciones anteriores, alienta la idea de que si los palestinos ponen fin -liquidan- al terrorismo de Hamás y la Yihad, hay una negociación segura y una paz probable en lontananza. Por ello, cabe resumir el apoyo crítico internacional a Israel con un gran interrogante: ¿ha cambiado Ariel Sharon?

El jefe del Likud ha pasado una vida combatiendo la existencia de todo palestino que aspirara a la independencia, sin hacer una distinción excesivamente metódica entre acción política y terrorismo. Su credo patrimonial ha sido no sólo el de que la tierra de todo el antiguo mandato británico de Palestina es pasto sagrado de Israel, sino el de que los derechos del pueblo judío, cuyo notario es la Biblia, se extienden más allá del Jordán. Las realidades políticas hace ya tiempo que demostraron, sin embargo, a los ultras israelíes capaces de mayor realismo, como el mismo Sharon, que del otro lado del río es mejor olvidarse, así como también que hay que aceptar rebajas en la reivindicación de Cisjordania. Pero las exigencias de la opinión israelí, ultra y moderada, siguen siendo muy altas.

Ateniéndonos a las palabras del jefe de Gobierno, bien es verdad que como apuntes más que como política oficial, Israel se retiraría de entre un 40% y un 50% de los territorios ocupados, que tienen, incluyendo Gaza, menos de 6.000 kilómetros cuadrados: como la provincia de Madrid.

Inicialmente, esa retirada dejaría tras de sí un territorio en forma de acerico; es decir, atomizado en enclaves, algunos protozoicos, pero los últimos vientos de Jerusalén apuntan a que se admitiría la contigüidad de lo abandonado, allegando incluso a la Autoridad Palestina un corredor entre Cisjordania y la franja mediterránea. Eso significaría que el reparto del Mandato, de unos 25.000 kilómetros cuadrados, se haría consolidando para Israel más de 22.000 kilómetros con seis millones de habitantes, y 3.000 que albergarían a más de tres millones de palestinos.

No hay Gobierno, ni el del ameno Mahmud Abbas, ni ningún otro que sea democráticamente elegido, que pueda aceptar semejante reparto. El anterior interrogante, por tanto, se centra en auscultar en qué medida Sharon es otro, alguien que sepa desmentir toda su historia. Pero los indicios no parecen inducir al optimismo.

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La colonización israelí de Cisjordania se distribuye en unas 150 aglomeraciones, de las que un centenar constituye el núcleo duro, en un 15% del territorio, con cerca de 200.000 habitantes. Y Sharon ha repetido tanto que de ahí no nos moverán, que extenderle en este caso el beneficio de la duda, sería directamente angélico. A mayor abundamiento, la política de colonización, condenada por una de las cuatro convenciones de Ginebra de 1949, así como por diversas resoluciones de la ONU, prosigue sin tomarse un solo día de descanso. Ese 15%, si acaso, lo que tiene es voluntad de medrar en vez de menguar.

¿Puede aceptar un Gobierno palestino una retirada que deje esas -las mejores- tierras en manos israelíes?

Hay fórmulas de compensación territorial; tú renuncias a esto, pero yo me voy de allá, que si se llevaran a cabo con un espíritu de generosa simetría, no deberían ser inviables. Pero, aun en ese caso, siempre queda Jerusalén Este, de la que Jordania fue expulsada -al igual que de Cisjordania- en la guerra de 1967, y sobre la que Sharon ha jurado que defenderá hasta la última tapia. Por todo ello, hoy al menos, hace falta mucho beneficio para cubrir tanta duda.

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