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Entrevista:JOSEFINA ALDECOA | Escritora

"Conocer otros mundos te hace más razonable"

Amelia Castilla

Josefina Aldecoa entonces era Josefina Rodríguez. Había cumplido 24 años y acaba de licenciarse en Filosofía y Letras por la Universidad de Madrid, la primera generación de posguerra en la especialidad de Pedagogía. Una sobrina de María Moliner le habló entonces de una residencia para posgraduadas en Londres que, en verano, aceptaba estudiantes para sustituir a quienes trabajaban en las tareas domésticas. Se trataba de una residencia feminista, fundada por sir John Crosby, que gozaba de una notable aureola liberal.

Viajar a Londres en 1950 -"era como viajar a la Luna"- era un choque monumental para una española de esa época. En España fascistas y falangistas veían a Inglaterra como la pérfida Albión y un país enemigo, pero Josefina viajaba con la cabeza llena de ideas. Aún no sabía si quería dedicarse a la enseñanza o a la literatura. El fruto de aquella enriquecedora experiencia quedó plasmado en una novela de juventud, La Casa Gris, cuyo manuscrito fue rescatado de un cajón del trastero por su hija Susana y publicado ahora por Alfaguara. La Casa Gris narra la vida en una residencia de un grupo de mujeres -especialistas en medicina tropical, periodistas o abogadas- que luchan por abrirse camino en un Londres donde se aprecia la huella de los bombardeos nazis.

"En la España de los cincuenta, 'La Casa Gris' podía parecer frívola. Se vivía un momento de tristeza, posguerra, miseria y falta de justicia".
"Los autores españoles son como los de cualquier país, depende de la calidad del escritor, pero su obra no está tan mediatizada por el momento".

Ha transcurrido más de medio siglo desde que Josefina Aldecoa (La Robla, León, 1926) regresó de aquel viaje. Ahora que se acerca a los 80 años, la escritora no duda en calificar la experiencia londinense como una de las más importantes de su vida. En su despacho del madrileño Colegio Estilo, fundado por ella en los años sesenta, entre los tapices y dibujos realizados por los alumnos destaca una fotografía en blanco y negro en la que se ve a su madre, maestra como ella, rodeada de alumnas en su escuela de la provincia de León, días antes de que estallara la Guerra Civil. La foto ilustró la portada de Historia de una maestra, una de sus primeras obras de la que se han realizado ya 15 ediciones. Sobre la mesa reposa La Casa Gris, recién editada. La historia de ambas novelas es una historia a contracorriente. Historia de una maestra se publicó a finales de los años ochenta, en un momento en que "sólo se valoraba lo glamouroso, lo frívolo y lo europeo" y, sin embargo, la novela fue un éxito. La Casa Gris nació en el momento contrario. Aldecoa la redactó "de un tirón" nada más regresar a España del viaje a Londres, pero se quedó guardada en un cajón porque no se ajustaba a su tiempo. "Había leído mucha literatura inglesa y americana y me sentía muy cerca de lo sajón, pero entonces se llevaba la literatura social. No era un buen momento para ese tipo de literatura. La Casa Gris podía parecer frívola. Era un tiempo de tristeza, posguerra, miseria y falta de justicia", cuenta. " En la atmósfera en la que me movía con el grupo de amigos de la época, entre los que estaban Ignacio [Aldecoa], Sánchez Ferlosio, Carmen Martín Gaite o Alfonso Sastre, no escribíamos de cosas ligeras, siempre nos referíamos a problemas de dentro de España, a la gente que lo pasaba mal. Y en ese ambiente la novela no encajaba".

Por La Casa Gris se mueven mujeres de distinta nacionalidad, clase y edad, desde la propietaria de la residencia, descendiente de todas las glorias de Inglaterra, hasta Rupa O'Connor, una doctora que trabaja en un laboratorio de investigación, o las empleadas de la residencia, prototipo de la fortaleza de las mujeres británicas de la época sin cuya ayuda no hubiera podido ganarse la guerra contra Alemania. A la Casa llega Teresa, una española con la maleta cargada de ilusiones, y en la que Aldecoa se ha proyectado. "Viví allí tres meses y lo conté como la visión de una estudiante extranjera y joven. No hablo de experiencias pasadas, sino del choque de culturas que representaban los dos países. En España todo era horrible, desde la falta de libertad a no tener libros. Al lado de lo que teníamos aquí aquello era jauja. Se notaban las secuelas de las bombas, habían aguantado nueve meses de bombardeos y mucha gente había quedado marcada por esa experiencia, pero en general tenían un espíritu fantástico".

La Casa Gris, redactada como una novela coral en la que cada personaje va contando sus pequeños secretos, refleja una época y un momento en el que las mujeres empiezan a vivir su propia vida. "Cualquiera de los personajes de la novela es relevante en su profesión, y eso era así también en la residencia. He tratado de reflejar el ambiente de la Casa, donde se vivía un comienzo del feminismo sin que nadie hiciera propaganda del feminismo. Ése era el espíritu de la residencia, pero en España eso prácticamente no se conocía, salvo las pocas mujeres que destacaron en la época de la República, que fue un periodo muy breve".

La novela deja traslucir también algunos tics del carácter británico, como esa declaración de principios del militar que asegura que no puede admitir que todos los hombres sean iguales -"Se necesitan tres generaciones para ser un gentleman"-, o las reflexiones de algunos personajes sobre la sensación de repugnancia que les producía mezclarse o igualarse con otras razas aunque lo practicaran porque sabían que era lo justo. "Conocí a gente así, parecían personajes sacados de las películas, pero aquel mundo era el resto de un mundo anterior. Luego, todo aquello evolucionó muy rápido, hubo movimientos muy serios contra todo eso, pero algún resto quedará, como aquí perviven los viejos soñadores del franquismo". Y en la novela tiene también un papel destacado Londres, una ciudad que se abre al viajero con sus cambios de clima y sus calles llenas de flores en las ventanas. "La gente era muy cercana, muy pocos habían venido a España y nos veían como algo exótico".

Pero eso se acabó definitivamente. Los últimos 50 años no han pasado en vano. "Ahora todo está mucho más uniformado, la gente sale fuera y está en contacto con el mundo. Las nuevas generaciones viajan con normalidad y eso enriquece. Conocer otros mundos te hace más sabio y razonable", dice. Tampoco la literatura parece la misma. Su idea es que ahora "los escritores españoles son como los de cualquier otro país, depende de la calidad del autor, pero su obra ya no está tan mediatizada por el momento histórico. La literatura actual se podría hacer en cualquier otro sitio, con las características del ambiente y del idioma".

También ha evolucionado la situación del país. La autora de Porque éramos jóvenes tiene claro que el momento no es malo. "Con todos los problemas, España cada vez se acerca más a Europa, y esto ya no hay quien lo pare porque la gente joven tiene otras experiencias. España, con virtudes y defectos, se encuentra a la altura de la UE. Luego está la política interna del país, con problemas gordos, pero tenemos libertad, libertad de opinión, de prensa... y eso los que hemos conocido el franquismo sabemos lo que vale". Para ilustrar mejor sus palabras recuerda un detalle de los años cuarenta, poco después de llegar a Madrid con sus padres, cuando la escritora empezó a estudiar inglés en el Británico: los alumnos por clase se contaban con los dedos de la mano y algunos estudiantes tuvieron problemas con los falangistas a la salida de las clases.

Pero a ella nunca le ha gustado meterse en política. Fue una de las personas a las que José Luis Rodríguez Zapatero recurrió para que fuera en el número 2 de la lista del PSOE a las pasadas elecciones, pero no se arrepiente "para nada" de no haber participado en ese proceso: "Valoro y agradezco que pensaran en mí, pero soy una persona demasiado vulnerable para ese mundo".

La escritora Josefina Aldecoa, en el patio del colegio que dirige.
La escritora Josefina Aldecoa, en el patio del colegio que dirige.
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