Bolonia: autonomía, diversidad y convergencia universitaria
Universidades y gobiernos pueden converger o distanciarse. Todo dependerá del grado de compromiso de ambos ante la sociedad. Históricamente las universidades europeas han estimulado el intercambio del conocimiento, la movilidad entre estudiantes y profesores (Erasmo, Luis Vives, Budé, Nebrija, etc.), han sido agentes necesarios para el desarrollo y progreso de la ciencia, del humanismo, de la difusión de ideas, del arte y de la cultura. La trayectoria de los gobiernos puede ser más ambigua. En unos casos ha habido un apoyo incontestable al intercambio y, en otros, todo lo contrario. Es el caso de Felipe II, cuya ortodoxia religiosa le llevó a dictar la prohibición de cursar estudios en el extranjero (1559) en un período en el que, paradójicamente, la presencia imperial hispana suponía una amenaza para algunos países europeos.
En la actualidad las universidades europeas están planteando una oferta integrada y competitiva dentro de un mundo globalizado. Este impulso afortunadamente ha sido secundado progresivamente por los diferentes acuerdos de los Ministros de Educación europeos (La Sorbona, Bolonia, Lisboa, Praga, Graz, Berlín, Bergen, etc.). Es el llamado proceso de Bolonia.
Por cuestiones prácticas, se necesita un intercambio de información entre universidades relacionado con los estudios que cursan los estudiantes cuando transitan por Europa, con su comparabilidad, comprensión y reconocimiento mutuo. Hay más argumentos. Relacionados con la cooperación científica, con el compromiso con el desarrollo de ciudadanos competentes y con la formación a lo largo de la vida adaptable a los cambios sociales, productivos y tecnológicos derivados de la sociedad del conocimiento.
El proceso de Bolonia significa precisamente entender que estamos en una período de revisión de un espacio de formación universitario donde lo más importante es el debate sobre el cambio en el modelo de universidad y, sobre todo, en los procesos de formación, de aprendizaje y de organización de los estudios que, entre otras cosas, deberá concretarse en una reforma de planes de estudio que contemple la estructura de los títulos, su calidad y acreditación, la respuesta a la demanda social y su internacionalización.
Sería desafortunado contemplar la reforma como algo que nos viene impuesto desde Europa. En realidad, han sido las propias universidades las que han forzado esa transformación, que se supone de mayor calado que otras reformas anteriores, porque supera teóricamente los poderes ocultos de los grupos de poder internos de las universidades y, por el contrario, mira hacia fuera, hacia la empleabilidad, a las demandas y agentes sociales, a las competencias y habilidades que se espera que alcancen nuestros estudiantes.
Otra de las virtualidades del actual proceso de cambio es el respeto que se tiene hacia la diversidad europea y autonomía universitaria. En todo momento se insiste en evitar el término "homogeneidad" de títulos; más bien, se utilizan otras expresiones como armonización y convergencia. El debate sobre el "mapa de titulaciones" no es un tema central en Europa. Puede llegar a responder a intereses de supervivencia interna. El cambio es más profundo y se dirige en otra dirección: cómo plantear una formación para que las personas adquieran una serie de competencias amplias y consensuadas que les capaciten para una adaptación a la sociedad actual, respetando la diversidad educativa europea, pero garantizando la calidad, transparencia y reconocimiento mutuo. No se puede estar a la espera de planes de estudio dictados desde Europa. Es una construcción conjunta, con redes de discusión y diálogo.
Los profesores y profesoras de la Universitat de València que han iniciado desde hace tres cursos académicos experiencias de Innovación Educativa dentro del marco de la convergencia europea han empezado a coordinarse entre asignaturas, a plantear alternativas de evaluación, a hablar de formación en competencias, a diseñar tareas comunes, etc. También es cierto que se han visto desbordados, que tienen una sobrecarga de trabajo, que es necesario repensar cuestiones como la dedicación docente, los sistemas de evaluación y reconocimiento de la docencia, etc. El proceso actual es sólo de adaptación, experimentación, debate, concienciación y construcción de lo que formalmente tendrá que iniciarse en el horizonte del año 2010.
En nuestra Universitat el proceso convergente es destacadamente activo. Se ha colaborado con la Agencia Nacional de Evaluación y Acreditación para estudiar los procesos de acreditación a los que tendrán que someterse en el futuro todas las titulaciones europeas. Ha participado en todos los Planes Nacionales de Evaluación Institucional de las titulaciones. Asimismo, funcionan 30 proyectos de Innovación Educativa de curso completo en 19 titulaciones y otros 24 proyectos cuya adaptación es progresiva. En total estamos hablando de 578 profesores y de 4.103 estudiantes que están abriendo camino en este proceso de cambio. Hay también proyectos de tutorías de transición, programas subvencionados por el Ministerio para el estudio estratégico sobre futuras titulaciones de grado y de postgrado, auto-estudios sobre las implicaciones de este cambio, jornadas de difusión entre diferentes colectivos, programas Erasmus Mundus, proyectos convergentes descentralizados para cada uno de los centros, grupos con enseñanza completamente en inglés, etc.
Asimismo, se han creado y adaptado servicios para estudiar y estimular este proceso: la Oficina de Convergència Europea, el Servicio General de Postgrado, el Observatori d'Inserció Professional i Assessorament Laboral, el Servei de Formació Permanent, el Gabinet de Diagnòstic i Avaluació Educativa, la Delegació per a la Incorporació a la Universitat, etc.
Esta actitud positiva, participando en todo aquello relacionado con este cambio, legitima a la Universitat de València y a todos los estudiantes, profesores y personal de administración y servicios que hay detrás. Sólo así, desde el trabajo, es posible iniciar el camino para establecer vías de comunicación y de diálogo con otros interlocutores de nuestra Comunidad Valenciana, nacional e internacional.
Ignacio Javier Alfaro Rocher es Catedrático de Universidad y Delegado del Rector para la Convergencia al Espacio Universitario Europeo de la Universitat de València.
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