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AGENDA GLOBAL | ECONOMÍA
Columna
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Robin Hood y la rebelión de los ricos

Joaquín Estefanía

EL ESTADO, en general, y el Estado del bienestar, en particular, se financian con impuestos. Cuando alguien defrauda a Hacienda o paga menos impuestos de los que le corresponde, aumenta la carga fiscal del resto de los ciudadanos. Algunas veces, los más ricos se rebelan contra las políticas redistributivas e impositivas que no les benefician, exigiendo limitar sus aportaciones a la colectividad aun a costa de que un recorte en las mismas perjudique a los más pobres. La rebelión de los ricos -sean personas físicas o territorios- adquiere valor político cuando unos pocos, que además son los que crean opinión, están en disposición de salirse de los circuitos públicos (muchas veces deteriorados) en la sanidad, educación, pensiones o seguridad ciudadana, buscando alternativas privadas de mayor calidad que, por su nivel de renta, pueden costearse.

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A partir de ahí demandan una reducción general de los impuestos directos o exigen desgravaciones sobre los gastos en que incurren al utilizar las alternativas privadas. En el año 1978, y partiendo de California, se inició una revuelta fiscal liderada por un tal Howard Jarvis, ciudadano que manifestó en todas sus declaraciones un odio visceral al Estado; seguramente Jarvis no necesitó nunca de bomberos que lo salvasen de un atentado terrorista o de un huracán como el Katrina. Jarvis logró que se ratificase por referéndum la llamada Proposición 13, por la que se limitaba el impuesto sobre la propiedad. Esa proposición fue inscrita en la Constitución americana.

En los últimos tiempos, en muchos países del mundo parece haber una subasta a la baja de los impuestos. La última embestida la supone el impuesto único (o flat tax, en terminología anglosajona), que está generando un buen debate sobre los impuestos. Los partidarios del mismo afirman que es de una gran simplicidad, que su aplicación calculada no supone merma de los ingresos del Estado y que tampoco significa que los ricos paguen menos impuestos que ahora, pues "un impuesto para las rentas más altas del 42% o del 39% es sólo un placebo", en palabras de Paul Kirchhoff, ese catedrático de Heidelberg con el que Angela Merkel pretendió seducir a los alemanes y acabó sin poder ganar las elecciones.

El experimento empezó en 1994 en Estonia, que se convirtió en el primer país europeo en introducir una flat tax del 26%. Letonia y Lituania a continuación, luego Rusia (con un tipo del 13%), Eslovaquia, Serbia, Ucrania, Georgia, Rumania... son otros de los países que lo han instalado en sus sistemas fiscales. Un impuesto fijo sobre la renta de las personas físicas se compone de un umbral (un mínimo exento) y de un tipo impositivo único para todas las rentas que lo superen. Sus defensores afirman que la "progresividad" de dicho sistema puede variar en amplios márgenes, usando al mismo tiempo las dos variables. Recordemos que la idea merodeó el programa electoral del PSOE.

El Gobierno español ha anunciado una reforma fiscal que entre en vigor en el año 2007. El ministro de Economía y Hacienda, Pedro Solbes, no quiere oír hablar de experimentos que pongan en precario los ingresos tributarios, garantía de que todo siga bien. Al contrario, estudia la posibilidad de incluir impuestos medioambientales, castigando a los que contaminan y creando una nueva vía de financiación con la que costear la factura del clima. En el otro lado del espectro, el líder del PP, Mariano Rajoy, ha anunciado que suprimirá el impuesto de sucesiones. Una de sus discípulas favoritas, Esperanza Aguirre -que le supera por la derecha-, ha prometido que acabará con el gravamen de sucesiones y donaciones antes de que acabe la legislatura, y que también disminuirá el impuesto sobre el patrimonio. Al mismo tiempo exige más dinero para la sanidad. Robin Hood al revés. Un grupo de millonarios americanos, cuando Bush anunció medidas similares, prefirió la democracia a sus intereses, declarando que eliminar estos impuestos significa basarse en la herencia y no en el mérito como principio de igualdad de oportunidades. "Sería como formar el equipo olímpico del futuro eligiendo a los primogénitos de los medallistas del pasado".

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