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Crítica:NOTICIAS Y RODAJES | CRÍTICAS
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Amor a la segunda

Javier Ocaña

El cine, fábrica de sueños, se ha ocupado repetidamente de otorgar al ser humano una segunda (y sobrenatural) oportunidad amorosa con la que no cometer los errores de la fracasada primera. Películas como La vida en un hilo (Edgar Neville, 1945); Atrapado en el tiempo (Harold Ramis, 1993), o Dos vidas en un instante (Peter Howitt, 1998) tienen ahora una nueva compañera estilística en la coproducción británico-estadounidense, Un día inesperado, vehículo al servicio de la actriz Jennifer Love Hewitt que, no en vano, además de protagonista, es una de las productoras.

Gil Junger, autor de Diez razones para odiarte (1999), cuenta en su nueva obra dos veces la misma historia: un convencional relato de amor-desamor entre una pareja de treintañeros que no acaba de cuajar como unión. Entre otras cosas, porque ella siempre parece dispuesta para la apuesta diaria de la convivencia y el intercambio de realidades, y él simplemente se deja llevar por un tren en el que la chica ejerce a un tiempo de maquinista y de pasajero mientras el joven parece un simple revisor.

UN DÍA INESPERADO

Director: Gil Junger. Intérpretes: Jennifer Love Hewitt, Paul Nicholls, Tom Wilkinson, Lucy Davenport. Género: romance. EE UU, RU, 2004. Duración: 92 minutos.

Simpática a ratos, intrascendente en la mayor parte de su metraje, al menos Un día inesperado lleva hasta sus últimas consecuencias el drama y no se deja tentar por falsos finales felices que no encajarían con la teoría sobre la ventura contenida a lo largo de la película. Como en la magistral El azar (Krzysztof Kieslowski, 1980), uno puede ir cambiando la historia de su vida, evitando ciertas meteduras de pata y arreglando aspectos menores de la supervivencia diaria, pero, a la hora del momento clave, las fuerzas de la naturaleza se muestran tan inmutables como de costumbre.

Lástima que, con la complicidad del timorato Junger, la simpática intérprete Love Hewitt también se quiera reivindicar como cantante, profesión que también desarrolla con cierto éxito en Estados Unidos. El problema es que la subtrama en la que la chica saca a relucir sus ilusiones artístico-vocales parece introducida con calzador, sobre todo en la penosa secuencia del concierto de música clásica, donde da la plasta al espectador casi como rendida admiradora de Céline Dion.

Una absurda autopromoción, provocada sin duda por el hecho de que Love Hewitt es una de las personas que aportan dinero en la producción, que termina pesando más que los contados aciertos de una de esas películas calificadas habitualmente como "exclusivamente para mujeres".

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.

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