"Hacen falta hombres más salvajes"
Abel Ferrara se presenta en la entrevista casi sin dormir. Camina torcido, esquivo. Saluda amablemente y admite su cansancio. Se sienta y mientras cabecea (en algunos momentos incluso parece dormido) responde a las preguntas.
El Festival de San Sebastián dedica una retrospectiva a su cine. Dieciséis largometrajes en los que se incluyen sus incursiones en el vídeo y el cine porno. El festival también ha editado un libro de Quim Casas titulado Abel Ferrara. Adicción, acción y redención.
"Me han contado que algún cronista español ha escrito que en el festival de Venecia estaba en estado comatoso. Algunos también dicen que doy las entrevistas en el cuarto de baño. La verdad es que no me afecta mucho lo que digan de mí. No creo que estos comentarios afecten demasiado a mi carrera. Más bien al contrario. Creo que en este mundo hay una verdadera necesidad de hombres más salvajes. Auténtica necesidad. ¿Dónde se encuentra hoy un Sam Peckinpah? Claro que hombres así son difíciles de imitar. De todas formas, yo ya estoy envejeciendo. Ya no puedo ni beber".
"Siempre tengo la sensación de que soy el instrumento de una fuerza mayor"
"Pasolini, Godard... yo crecí a la sombra de esas imágenes míticas"
Nacido en el Bronx (Nueva York) en 1951, Ferrara posee una de las filmografías más singulares del cine estadounidense. El rey de Nueva York (1990), El teniente corrupto (1992) o El funeral (1996) se encuentran entre sus películas más conocidas. Ferrara asegura que le encanta estar ahora en España porque quiere hacer una película de toros, sobre Hemingway. "¿Dónde puedo ver una corrida?", pregunta. "Es que me fascina la figura de Hemingway. ¿Qué vería ese hombre de Chicago en los toros? Yo nunca sé por qué quiero hacer una película, siempre tengo la sensación de que soy el instrumento de una fuerza mayor. Es extraño explicarlo, pero hasta cuando veo una vaca en el campo, tengo la necesidad de comunicarme. Aunque no sé por qué digo esto, probablemente la vaca es mucho más inteligente que nosotros".
Hace unos años, en el número especial que Cahiers du Cinéma editó por su número 500, y que coordinó Martin Scorsese, Ferrara contestaba así a su colega: "El cine es como el aire. Está ahí. Es todo. Me siento solidario con todos los cineastas, los buenos, los brutos y los truhanes, porque todos están en el mismo lugar, intentando hacer un buen plano en las condiciones más vomitivas. Para mí, hacer películas es como respirar".
"Bueno", dice ahora Ferrara, "yo tengo una noción muy romántica de la figura del director. Pienso en Pasolini, en Godard... yo crecí a la sombra de esas imágenes míticas".
Mary, su última película, protagonizada por Juliette Binoche, Matthew Modine y Forest Whitaker -y que se ha proyectado en la sección Zabaltegi-, pretende indagar en la figura de María Magdalena. A través de tres personajes actuales (una actriz de cine, un director y un periodista), Ferrara bucea dentro de la historia sagrada y lo que de ella queda en un mundo brutal y enloquecido. "No puedo separar quién soy como individuo de lo que ocurre en el mundo. Tampoco creo que mis películas sean más violentas que la propia vida. Es cierto que a veces se puede abusar del poder del cine, y sé que yo a veces lo he hecho, queriendo o sin querer".
Ferrara recuerda cómo frente a los Evangelios académicos (que dejan de lado la figura de María Magdalena), los apócrifos hablan de la mujer que siempre acompaña a Cristo. "Una película sobre María Magdalena es un película sobre Cristo", asegura el cineasta. "Quería llegar a la médula de cómo empezó el dominio del hombre en el mundo en detrimento de la mujer. Cristo era un feminista. Incluso en la Biblia, en el Evangelio de San Juan, se reflejan las ideas feministas de Cristo. Yo, además, me pregunto qué hacían tantas horas juntos. Eran un hombre y una mujer. Nuestra educación católica nos ha impedido verlo. Pero un católico maduro puede ver las cosas de otra manera. Cuando miro La última cena de Leonardo, y dejemos de lado El código Da Vinci, veo con absoluta claridad que hay una mujer en esa mesa. Hoy no podría negarlo, pero durante años no me han dejado verlo".
"Yo fui criado en una familia católica muy estricta", cuenta Ferrara, "luego me alejé de aquello, aunque sólo en alguno aspectos, porque para mí es imposible huir de la fe".
La historia de Abel Ferrara es también la de un cineasta cargado de proyectos truncados. Desde la vida de Pasolini a un remake de La dolce vita interpretado por Benicio del Toro o la historia de John Holmes, uno de los primeros actores de cine porno que murió de sida. El cineasta asegura que sólo le gusta rodearse de equipos fieles. "Me he sentido demasiadas veces traicionado", afirma. "De todas formas", añade entreabriendo los ojos, "espero que los que vean la retrospectiva que me dedican aquí no se tomen muy en serio algunas películas. Éramos críos cuando las hicimos. Que no olviden que yo aprendí este oficio desde abajo, cargando la cámara".
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